México, D.F.-
El crecimiento urbano y moderno del país no ha sido obstáculo para preservar los vestigios arqueológicos encontrados en varios lugares, por lo cual se requiere la supervisión de especialistas para evitar daños a los restos paleontológicos, prehispánicos y coloniales que yacen bajo el subsuelo de la república mexicana.
En un comunicado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) se añade que estos vestigios constituyen una rica fuente de información histórica; su registro, conservación, protección y estudio demandan la incesante labor del salvamento del patrimonio cultural, el cual durante más de cuatro décadas se ha buscado salvaguardar.
Excavaciones meticulosas hechas con gran rigor científico y respeto a los monumentos históricos que se realizan “a pico y pala” y sin el uso de maquinaria, son las que desarrollan los especialistas del INAH, previamente a la realización de proyectos de infraestructura tales como presas, carreteras, líneas de transmisión, termoeléctricas, oleoductos, gasoductos y rutas de metro, entre otros.
El crecimiento de las ciudades y la dotación de servicios a partir de la segunda mitad del siglo XX, implicaron un trabajo arduo y permanente por parte del instituto, mismo que se desarrolla a través de la Dirección de Salvamento Arqueológico (DSA), cuya labor está enfocada a evitar afectaciones al patrimonio cultural enterrado y recuperar la vasta información histórica.
Ejemplos de la especialización alcanzada en el salvamento del patrimonio cultural sepultado, los encontramos en la construcción de la sede del Centro Cultural de España, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, donde se encontraron los restos del Calmécac (1486-1502 d.C.), que era el colegio donde estudiaban los hijos de los gobernantes mexicas y recibían las instrucciones para dedicarse al sacerdocio y dirigir los destinos de Tenochtitlan.
Otro más son los trabajos de la Línea 4 del Metrobús y la Línea 12 del Metro en el Distrito Federal, cuyo sistema de construcción va por debajo de los vestigios arqueológicos de los asentamientos de Culhuacán y Mexicaltzingo, debajo de cuya iglesia se hallan los restos de una edificación piramidal y cimientos de casas mexicas del Posclásico (1200 a 1521 d.C.), así como ofrendas y entierros.
En el caso de la Ciudad de México, se sabe por exploraciones previas y fuentes documentales, cuáles son las áreas de potencial arqueológico. En la calle República de Venezuela, por ejemplo, se encontraron restos de muros del Ex Colegio de San Pedro y San Pablo. Asimismo, en la calle de Ayuntamiento, frente a la iglesia de San José, fueron localizados entierros humanos de los siglos XVIII y XIX.
De igual manera, en la Merced se halló un basurero colonial compuesto por pedazos de vasijas y restos de metal, ya que se trataba de un área de desecho.
A diferencia de los estados, donde es posible detectar la extensión de los sitios arqueológicos, en la Ciudad de México es más difícil porque se ubica sobre los vestigios de una urbe prehispánica cubierta por los cimientos de una ciudad colonial y, posteriormente, por las edificaciones creadas en los siglos XIX y XX.
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