Reynosa, Tamaulipas.-
La imagen parece típica de una postal de color. De esas escenas que se dan fortuitamente por las calles de la ciudad.
Un hombre, tendido por todo lo largo, sobre el frío suelo de la plaza principal Miguel Hidalgo en esta fronteriza localidad.
Y su único cobijo son las páginas del sagrado libro abierto, una frazada y una mochila que le sirve de almohadilla. Sus únicas pertenencias.
Don Armando, de 50 años de edad, se despierta incómodo por las ráfagas de viento, cada vez más frías, que se sienten sobre la región noreste del país por el sistema frontal número nueve de la temporada.
Son catorce grados los cuales se sienten como diez o nueve con la humedad y el aire, que se cuelan al cuerpo de este hombre originario de Celaya, Guanajuato, según contó con voz gruesa y tosigienta.
Desde hace un año que llegó a Reynosa este inmigrante, de oficio soldador, no ha podido encontrar un trabajo fijo, mucho menos un hogar donde resguardarse.
Vive y duerme en la calle, donde mejor se le acomode. Tras una charla escueta se levanta rápidamente, se envuelve y se baja del kiosko.
Las ganas de orinar le apremian y se marcha a otro lado de la plaza, donde nadie lo vea… sin alguien a quien poder acudir, envuelto en su colcha y en su fría soledad.