Williamsport, Pa. / Septiembre 2.-
Para llegar al paraíso del beisbol el pelotero ya no tiene que morir. Ahora basta con tomar un avión y trasladarse a un pequeño pueblo enclavado en las montañas del estado de Pennsylvania, donde hace más de 70 años el juego de pelota florece cada mes de agosto y se convierte en una fiesta de colores, olores y sabores al reunir a personas de todo el mundo en un sentimiento de fraternidad.
El pretexto es el beisbol, pero alrededor de la Serie Mundial de Williamsport existe una serie de valores que el visitante siente desde que llega.
“Esta experiencia es única en la vida. El lugar es un sueño, los paisajes son hermosos y lo que nos habían contado de Pennsylvania es poco porque tiene un clima increíble, ¡es lo máximo!”, comentó la madre de uno de los niños beisbolistas.
Williamsport es un como un mundo aparte donde el trabajo voluntario de las personas es la base del éxito.
“No cobramos por este empleo, pero aquí mismo recibimos las comidas. En un día normal la jornada para nosotros comienza a las 9:00 de la mañana y termina hasta el último juego”, mencionó Debbie Dwe, encargada de decirle a los espectadores donde está su asiento.
UN MUNDO CHIQUITO
Durante el día una marea de gente viene y va a través de los campos en un convivencia que rompe las barreras del idioma y hermana a personas de diferentes latitudes y culturas.
Los aficionados arriban al estadio y como si fueran a vivir un día de campo instalan sus sillas y toallas en el césped para presenciar los partidos con toda comodidad.
El aroma de los hot dogs y las hamburguesas llena el aire y cada día miles de comidas son servidas para el deleite de los comensales, quienes devoran sus viandas con singular alegría.
Fuera del complejo deportivo los hoteles alcanzan su máxima capacidad y los restaurantes se topan en su mejor temporada.
Para muchos de los niños, el chiste de venir a Williamsport no es solamente disfrutar de la naturaleza o ver los partidos, sino jugar en los alrededores y disfrutar lo que ya se ha convertido en una tradición: tirarse de la colina resbalando en un pedazo de cartón.
Para otros, la fiesta del beisbol también es una oportunidad para intercambiar los famosos pins o broches del recuerdo, los cuales detienen el tiempo en el corazón de las personas.
LA CUNA DEL BEISBOL INFANTIL
Venir a Williamsport y no visitar el museo de las Ligas Pequeñas es un crimen. En este lugar se almacenan los mejores momentos del beisbol infantil y además de revivir la historia los niños pueden sentirse parte del juego en el área interactiva, donde lanzan, batean y corren tratando de hacer el mejor tiempo.
La historia de los equipos mexicanos también se encuentra en este lugar, como la hazaña de los niños campeones de Monterrey en 1957, el campeonato de Guadalupe Linda Vista en 1997 y el subcampeonato de Matamoros apenas el año pasado.
Pero sin dudas, algo especial es la pelota con la que Ángel Macías lanzó el único juego perfecto en una final.
Por otro lado, el peloterito que viene a Williamsport es tratado como rey en una villa donde el acceso es restringido a la gente común, precisamente para evitar factores de desconcentración.
Y cuando se habla de ambiente, no es preciso explicar con palabras lo que pasa en este sitio, con gente cantando coreando porras, bailando y disfrutando de los juegos interactivos.
Es por ello que venir a Williamsport es algo que todo aficionado al beisbol debe hacer antes de morir… al final de cuentas, sería como echarle un vistazo adelantado al paraíso que se tiene en mente.
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