Después de la controversia por un supuesto acto de censura en Monterrey en contra de la obra de teatro “Un corazón normal” era lógico que hubiera consecuencias. La inmediata fue publicidad gratuita para la puesta en escena que tiene varios meses en la cartelera de la Ciudad de México, y que pronto estará en el Auditorio San Pedro.
La segunda, un acto de protesta en el que grupos que defienden los derechos LGTB, decidieron apoyar el acto denominado “Besotón”, organizado por los mismos integrantes de la obra, quienes invitaron a la comunidad, tanto hetero como gay de Monterrey, a besarse en público en señal de protesta pacífica por lo que llamaron “acto de discriminación”.
Originalmente la “culpable” de originar toda esta polémica fue la Asociación A Favor de Lo Mejor que, se dice, presionó para que la publicidad de la obra, en la que se muestra a dos hombres besándose, fuera retirada por atentar contra las buenas costumbres.
Todo esto ooriginó indignación entre la comunidad LGBT que parecía dispuesta a no tolerar tal atropello.
Lo que muchos ignoran es que “Un corazón normal” no es una obra gay, aunque su autor Larry Kramer lo sea.
La historia se desarrolla en la comunidad homosexual del Nueva York de principios de los años 80, porque ese era el grupo más vulnerable en los comienzos del SIDA.
El verdadero asunto de la pieza teatral es la intolerancia y una ácida crítica al gobierno estadunidense por no ocuparse a tiempo de un asunto de salud pública.
Sin embargo, el supuesto acto de censura caló hondo entre los miembros del sector LGBT.
La queja y el enojo me parece muy bien porque nadie tiene derecho a decirnos cómo vivir. En lo que no voy de acuerdo es que una actividad a todas luces importante haya sido discriminada por los propios grupos que se dicen afectados.
La convocatoria emitida a través de las redes sociales llegó hasta 5 mil personas. El acto estuvo programado para el 4 de marzo a las 12 del día frente al Palacio Municipal de Monterrey y no asistieron más de 30 personas.
Mínimo, alguien del elenco de “Un corazón normal”, tenía que haber estado defendiendo su causa, luchando por erradicar esa censura que, a través de Facebook, clamaron porque no existiera. Pero no, nadie apareció, y como era de esperarse el “Besotón” pasó con más pena que gloria, con más curiosos que interesados y para el momento de escribir esta columna el asunto estaba olvidado.
Es más, ni siquiera fue trending topic en Twitter.
Y es que en teoría, los grupos que se dicen vulnerables de ser discriminados, al menos en México, ni siquiera se interesan por defender su postura. Utilizan un acto en el que tiene la voz y el voto que tanto pelean, para discriminarse a sí mismos y aprovechar los reflectores para beneficio personal de algunos con aspiraciones, más allá de apoyar la causa.
¿Cómo van a pretender que se les respete y se les tome en cuenta si ni ellos mismos lo hacen?, ¿cómo van a pensar que la sociedad los comprenda y los avale si ni ellos mismos entienden a dónde van?
Sería el equivalente a los spots creados por las autoridades electorales para convencernos de votar porque es la única manera que tenemos de exigir nuestros derechos como ciudadanos y no dejar en manos de otros nuestro destino como sociedad.
Aunque las comparaciones no son buenas, he tenido oportunidad se estar en varias marchas del gay pride en Estados Unidos y hasta se respira un aire diferente. Los organizadores y participantes toman en serio el evento, y lo más importante, se toman en serio a sí mismos.
Evidentemente las cultura estadunidense y mexicana no tienen nada qué ver. Los recursos tampoco son los mismos, y desde luego, el espíritu de la comunidad LGBT, menos.
Aquí vemos que incluso los eventos que realizan son desairados por los propios miembros de la comunidad gay, porque muchos ya se convencieron de que sin seriedad y sin dirigentes que realmente se interesen por obtener la dignidad que tanto pelean, no habrá el tan soñado trato igualitario.
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