Reynosa, Tam.-
Los días transcurrieron tras aquella primera visita en que se conoció a la familia Torres y se descubrieron las condiciones de vulnerabilidad en las que viven.
En este segundo encuentro y con el objetivo de regalarles una Navidad diferente, se les llevó decoración de acuerdo a la temporada.
Estela estaba afuera de su hogar, sentada en una silla de plástico. Conversaba con un vecino sobre sus problemas para pagar deudas.
En cuanto nos vio llegar, sus ojos le brillaron y su cara de tristeza cambio; una sonrisa fue el reflejo de que atrás quedaba el mal momento que pasaba.
“No sabíamos cuando vendrían, los esperábamos pero no tan pronto” expresó Estela, mientras se puso de pie y nos recibió.
“Pásenle, pásenle”, dijo. En cuanto entramos al humilde hogar se observó que ya había movido su cama de lugar.
Con anterioridad se encontraba del lado derecho y ahora estaba en el sitio contrario. Pero sobre todo más de cerca a la “cama” de Erika.
“Ya le hicimos lugar al pinito, ahí está la conexión para encenderlo”, comentó la madre, mientras a través de su sonrisa demostró que estaba emocionada.
No sabía qué hacer. Al mostrarle los artículos con los que se decoraría la casa, manifestó: “no sabemos cómo se pone, nunca habíamos tenido un pino”.
Se le ayudó a sacar el pino de la caja y paso a paso, se le dio forma. Erika dijo una y otra vez, “no sé cómo se pone eso” y en algunos instantes se comportó renuente.
Mientras Estela abría las ramas del pino, su hija tocaba el resto de los artículos, los observaba con detenimiento y cuestionaba sobre su uso.
Varias veces Estela la invitó a ayudarle pero se limitó a decir: “no sé cómo se pone y tras una pausa reiteró: “no creo en Santa Clos”.
La mujer de la casa siguió con el pino. Tras abrir todas las ramas, Erika preguntó; “y ahora qué sigue”
Llegó el momento de colocar las luces y posteriormente las esferas. En este aspecto, la joven de la casa colaboró.
Sentada en el piso -por su discapacidad motora en la cintura y piernas- estiró su brazo y una a una puso con cuidado las esferas.
“Están muy bonitas porque brillan pero ahora dónde más las pongo; no sé, dijo. Su madre las acomodó en el resto del pino, y cuando acabó colocó en la punta el arreglo final: cascabeles.
Se procedió a encender la serie de luz que se instaló en el pino y un momento de silencio invadió el interior del hogar.
“Nunca había tenido yo un pino en mi casa. Se los agradezco de todo corazón estoy muy contenta, muy emocionada de ver esta cosa tan hermosa”, expresó Estela.
En eso sus ojos le brillaron, se acumularon las lágrimas pero no permitió que le corrieran sobre su rostro. Le invadió la emoción, se le cortó la voz pero se armó de valor para continuar la entrevista.
“En mi infancia nunca tuve ningún pinito ni nada. Nomás mis abuelos y mis papás me decían acuéstate, que esto, que lo otro y me compraban un juego de té, un muñeco”, expresó Estela.
En la actualidad no pediría algunos de esos regalos, ya que sus necesidades son otras. Electrodomésticos para facilitar sus labores del hogar, serían lo ideal.
“`Necesito muchas cosas, como el baño para lavar la ropa, una tele aunque sea de segunda porque como ya hace frío no salimos y sufrimos pero hemos vivido así”, detalló.
Erika no se quedó atrás y aunque volvió a decir que no cree en Santa Claus, hizo en voz alta una lista de objetos que le gustaría tener.
“Muchas cosas y en primer lugar mis zapatos de abrochadura, ropa nueva pa´ vestirme; libros de pintar, colores, ps es lo que me gusta y no voy a la escuela”, señaló.
Más allá de las carencias que reconocen tener, aceptan su realidad como madre e hija y tras haberse puesto acorde a la temporada con sus diademas de reno, Estela y Erika contemplaron el pino que dio luz al interior de su hogar.
La Navidad llegó a casa de esta familia quien por primera vez disfruta en esta temporada de una manera diferente; tienen un pino. Esperan la Nochebuena con la ilusión.
Desde el exterior, las luces del pino llaman la atención al paso por el domicilio 1415, de la calle Escobedo en la Zona Centro de esta ciudad.