Haciendo memoria, empezamos a estar enclaustrados desde el mes de febrero, cuando varios viajeros venían de Italia de comer pizzas y pasta Alfredo, sin saber (supongo) que nos traerían la contagiadera del Covid-19 a México.
En mi propia family había gente incrédula ante la sorpresa que les dijeron que tenían que empezar a cerrar negocios considerados como “no esenciales”.
El problema empezaba con la detección de los contagiados, porque las pruebas no había quien las hiciera, entonces los gurús (en ese entonces no lo eran) como el doitor Hugo López Gatell nos empezaba a explicar bien despacio que cualquiera podría tener Covid, que hasta sin síntomas, entonces se acuñó el término asintomático.
La duda era terrible: ¿y si estoy contagiado y no lo sé? El inicio de la cuarentena en México la decretaron el lunes 16 de marzo.
Ya en el Valle de Texas amenazaban con cerrar los puentes internacionales y yo decía “naaah” no pueden cerrar, porque se les viene abajo la economía, de tanto chilango y mexican que les compra en las tiendas del mall de McAllen.
Cuando parecía que esto no era pura guasa, emprendí mi última ida cruzando el Río Grande, el 21 de marzo. Era un sábado y me jui bien tempras pa’ no hacer la fila de la raza que cruza a pie, y como ya me sé el caminito, pos aproveché pa’ ir a Walmart, Sams, de pasada comerme en la calle una Wendy’s, porque empezaban a quitar las mesas del interior de los restaurantes, entonces me sentí como indigente probando la burguer en las ajueras del lugar.
Ya de despedida, pasé por el mall y recorrí esos pasillos con añoranza, pensando que esto de la pandemia duraría un mes.
Como maestro me cambiaron mis clases presenciales con algunos trabajos en línea de los chamacos, que están bien felices por no ir a los salones, ya se cerraba el mes y aguardábamos el nuevo que venía en mayo.
De regreso al puente le di una mirujeada a la pulga de Hidalgo, para comprar algunos perjúmenes y regresar a mi casa.
En Reynosa como les dije dendenantes empezaban a cerrar los negocios y ya hasta en HEB de aquí las personas de la tercera edad tenían un horario preferencial bien tempranito.
Nos empezaron a exigir cubrebocas, no había “muncha” variedad como ahorita, con máscaras de luchadores, eso sí siempre debías de llevar tu bandana como si fueras ladrón, bien cubierta de tu boca y las narices por si acaso.
No vaya a ser que al guardia que te recibe se le salga una gotícula y esa se la pase volando por el aigre y te caiga en tu rostro.
Luego el doitor hizo el “oso” al decir en rueda de prensa que no era importante usarlo, que con guardar la Susana Distancia, no te llegaría el Ramón el Arrimón y no te pegaría el Coronavirus.
Con el paso de los meses, como que vieron que no eran tantas las ventas, restringieron el paso a los niños y aunque no lo crean en HEB les prohibieron la entrada a los “abuelitos”, situación que Soriana y Smart vieron muy gustosos, porque finalmente son pesos y tostones que les vienen muy bien a sus cuentas.
Luego lueguito HEB corrigió la tarugada y ya los dejan pasar, sólo les miden su temperatura que no debe llegar a 37.5, aunque hay encargados que dicen que es mayor a los 38.
La cosa es que no saben qué hacer, la raza se les puso broncuda, al fin aquí todos son broncos en Reynosa, porque les ponían la pistolita de la temperatura en las sienes y “eso mata a las neuronas”, según información que se difundió por WhatsApp y Facebook, diciendo que no se dejaran medir que iban a quedar lelos por tanta exposición infrarroja.
No se crean de eso, a naiden le ha dado un patatús con esa medidera, pero bueno con el paso del tiempo algún CEO o raza inteligentoide sugirió que la temperatura se tomara en los brazos de la gente.
Obvio que no es la misma medición, pero bueno, al fin todos contentos y de paso tomas un poco gel antibacterial for free, para no contagiarte del Covid.
Porque ya nos ha dicho López-Gatell que tenemos que lavarnos las manos hasta 20 veces al día, como si entraras a un quirófano: cuando te levantas, antes de ir al baño, después de ir al baño, si tocas la manejera del carrito del súper, cuando agarras las verduras del súper, cuando tomas los tomatillos que te dejan todo apestoso, lo mismo con el queso gruyere de las vitrinas, cuando pagas en la caja y después de salir de la tienda.
Mientras tanto nos cerraron las opciones de compra, porque aquí en Reynosa no hay tiendas regias como Liverpool, Palacio de Hierro o City Market que la Rosa María estaba acostumbrada a comprar sus tiliches.
Acá no nos quedaba más que ir a McAllen a surtirnos de puras cosas esenciales: jamón Turkey Beast, pan Oroweat de 12 Granos, pasta de macarrón con Velveeta, una botellita de salsa Tabasco y una Dr. Pepper Cherry Diet que acá no me digan que se consigue en la border.
Con la pandemia pos tenemos que conformarnos con jamón Bafar, pan Bimbo chafa, fideos de La Morena, salsa Valentina y una Big Cola.
Esta semana con la apertura de la pulga Jarachina pos ya se imaginarán que me sentí como si anduviera en el mall.
Porque aquí encuentras lo mesmo que hay en la Pulga Hidalgo y con suerte hasta en el mall.
No te rías brody, no me digas que te la pasas en una fiesta yendo a Soriana Hidalgo todos los días, porque esta no es como las que hay en San Pedro Garza García, con un surtido más mejor que el Market Prime HEB, y no se diga si vas al City Market, aunque te caigas pa’ tras con los precios tan alzados.
Regresando a la pulga Jarachina, ahí te reciben con gel antibacterial y te miden la temperatura (no en el brazo), para entrar al paraíso de los artículos semi usados y de paso podrás probar una orden “con todo” o sea su cebollita, cilantro y limón, de barbacoa que no tiene abuela.
Cuando Tamaulipas ya dejó el semáforo rojo, brincá al naranja y pisa el amarillo, esperamos con ansias que llegue a verde pa’ poder entrar a todos los lugares que querramos, entonces la pregunta es ¿y a dónde vamos a ir, si ya la mayoría cerró por falta de ventas?
Me acuerdo de un alumno que me dijo en ZOOM que la cosa se pondrá “muncho” pior, que están asaltando en las calles y que la situación está de locos.
Pos a esta locura tenemos que acostumbrarnos, no se agüiten, persígnense y sigan adelante. No miren pa’ tras, no vaya a ser que se queden como la mujer de Lot como estatua de sal. Bien salados los de la border, no se crean, sonrían y sean felices.