México, D.F. / Oct. 25
Llegar hasta las taquillas del Estadio Azteca, en plena semana del Clásico de clásicos, resulta una proeza de magnitudes similares a la de cruzar un océano lleno de tiburones.
Porque los ‘mordiscos’ comienzan con tan sólo poner un pie en la explanada.
— ¿De qué zona quieres mi amigo? Porque allá sólo hay de general, las demás se acabaron…
Y sí, evitar la reventa tiene un precio: ver el duelo desde la parte más alta del inmueble.
Por lo que muchos prefieren iniciar el diálogo, aunque con ciertas reservas:
— ¿Y son buenos?
— Pues claro, el negocio es venderlos. Mira, te doy mi tarjeta para cualquier cosa. Échame un grito si en la puerta te dicen que no son auténticos.
A final de cuentas, revender boletos es un negocio redondo para todas las partes involucradas, por lo que es demasiado riesgoso ofrecer falsos.
Eso explica que la mayoría de las entradas, al menos para el cotejo del domingo, sean subastadas hasta en más del doble de su valor original.
“Las plateas (que costaron 400 pesos) te las dejo en mil varitos”, expresa el negociante. “También tengo de especial bajo (cuyo valor fue de 350) en 750”.
“Si quieres de general, te lo doy en 450, pero no te voy a engañar, de ésos todavía hay en taquilla, pero se ve bien lejos”, agrega.
Franqueza que es reafirmada en el momento de llegar al otro lado del ‘océano’.
El Coloso de Santa Úrsula aún reporta tener disponibles poco más de 20 mil boletos, pero todos son de la zona general. Las demás, se agotaron desde la mañana del jueves.
Así es que no queda más que sacrificar la vista o el bolsillo. En la mayoría de los casos, lo primero, porque el duelo se presenta justo a mitad de la quincena.
Y allá, a unos metros, una patrulla en la que sus integrantes toman una “merecida” siesta.