Tal vez el nombre de Jacinta Francisco Marcial no le sea familiar.
Ella es una indígena otomí que permaneció presa por tres años en un proceso que estuvo plagado de irregularidades.
Ayer fue liberada del Centro de Readaptación Social femenil localizado en San José el Alto, Querétaro, después de ser acusada de secuestro en agravio de seis policías de la que fuera la Agencia Federal de Investigaciones.
El caso de esta mujer recibió la atención de las autoridades una vez que el periodista Ricardo Rocha escribiera en su columna Detrás de la Noticia, bajo el título: “Yo soy Jacinta”, publicada el 5 de marzo de este año en el periódico El Universal, sobre la injusticia que se estaba cometiendo al mantener presa a una persona que apenas se expresaba en español, que no recibió las garantías y el apoyo de las autoridades para su defensa y que además, la acusación en su contra por secuestro no estaba sustentada.
La denuncia de Ricardo Rocha, fue seguida por una segunda columna que tituló “Todos somos Jacinta”, donde el periodista admite que nunca uno de sus escritos había suscitado tan intensas respuestas.
El trabajo periodístico de Rocha derivó en una serie de reportajes por parte de otros medios de comunicación, tanto impresos como electrónicos y el seguimiento del proceso penal que le robó a esta humilde mujer tres años de su vida.
Ricardo Rocha, al igual que Jacinta, ayer se ha de haber “sentido contento”, de que su intervención, su denuncia, haya ejercido presión sobre las autoridades para que prestaran atención al caso y la liberaran.
Cuántas y cuántos casos similares a los de Jacinta habrá en las cárceles mexicanas, cuántos presos inocentes purgan condenas por delitos no cometidos en penales de Tamaulipas. Innumerables seguro.
La justicia hace muchas veces honor a sus cualidades, es ciega, tiene los ojos cubiertos con una venda y no distingue entre culpables e inocentes.
Y se equivoca, se equivocan también quienes son los encargados de aplicar la ley en este país.
Como dice Ricardo Rocha:
“Y que representa un caso paradigmático de un México racista y discriminatorio al que la democracia no ha rebasado todavía. Un país en cuyas cárceles hay aún miles de presos políticos y de conciencia. En el que centenares de mexicanos indígenas todavía no entienden por qué están prisioneros”.
Me pregunto, ¿la demanda que interpondrán los abogados de Jacinta para que el Estado mexicano la indemnice por los años perdidos, por las lágrimas, el dolor, el tiempo que no disfrutó junto a su familia, será suficiente para no recordar la injusticia de que fue objeto?
CALDERÓN
En otra visita de pisa y corre, Felipe Calderón estará mañana viernes en territorio tamaulipeco.
Para el presidente hay varios cuestionamientos, por qué no investiga bien los antecedentes de quienes propone para puestos tan importantes como la Procuraduría.
Otra, por qué en tiempo de crisis, quiere aplicar otro impuesto, qué afán de hacer leña del árbol caído.
Y una más, tal vez la más importante para los tamaulipecos, por qué diantres el Hospital de Alta Especialidad permanece cerrado con cadenas, después de que él personalmente lo inauguró.
Cuánto tiempo más permanecerá esa obra, cuya renta cuesta muchos millones de pesos al erario, a nuestros bolsillos, como elefante blanco.
ALEJANDRO ROSALES
Para quienes no somos de Ciudad Victoria, la obra del pintor Alejandro Rosales Lugo, es una ventana a la vida de la capital tamaulipeca.
Con un lenguaje sencillo, como una conversación, nos lleva de la mano a conocer anécdotas, pasajes, personajes que resumen la existencia de este lugar tan entrañable, en su libro Personajes de mi Ciudad, Locos, Cuerdos y Sabios.
Si tiene oportunidad de leerlo hágalo, seguro lo disfrutará.
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