¿Qué tiene Betty la Fea que ha pasado por encima de ambiciosas series de corte novedoso y tintes actuales?, ¿cuál es su secreto para mantenerse en el gusto del público a 22 años de su estreno?, ¿qué tiene la producción colombiana que ha logrado ganar fans entre personas de todas las edades?
Fue hace muchos años cuando vi a Beatriz Pinzón Solano por primera vez en la pantalla de mi televisión, que para nada era una pantalla plana, ni muchos menos una Smart tv; era una tele grande, cuadrada, de esas super pesadas, todavía tenía una “antena de conejo”; se transmitía por televisión abierta, no recuerdo el canal, quizás alguno de Televisa y creo que en fin de semana.
Nunca me senté a verla, solo estaba como “acompañante” mientras me arreglaba para mi paseo vespertino; era la vieja práctica de prender la tele como para no sentirse solo y bueno, ahí estaba Betty.
No podría decir cómo fue que la telenovela, hoy llamada serie, cuya protagonista es una poco agraciada recién egresada de Economía me atrapó, y terminó sumándome a sus millones de seguidores alrededor del mundo.
Estoy viéndola quizás por séptima vez, no creo que sea la octava, aunque quien sabe, y cada vez que la reproduzco rio y sufro como la primera vez; me conmueve el amor platónico que siente por Don Armando, aunque mi idea de que ella tiene gran culpa de lo que le pasó no ha cambiado; odio a Mario Calderón cada vez más y creo firmemente que Marcela Valencia lejos de ser una villana fue una mujer a la que la sociedad le destinó el puesto de futura esposa ejemplar desde mucho antes de que fuera consciente de ello.
Reconozco que la carta que inicia diciendo “Mi estimado presidente…” escrita por Calderón para Armando, me llena de indignación y que los ojos de Betty inundados por sus lágrimas han hecho en alguna ocasión que a los míos les pase lo mismo.
Recientemente Netflix anunció que solo estará disponible hasta el 10 de julio en la plataforma y muchos fans ya se han encargado de circular links, grupos y páginas a través de las cuales pueden seguir disfrutando de ella.
Mi casa es ya casa de Betty, la Pinzón Solano me ha acompañado a todas las habitaciones: a la sala, al comedor, al patio y hasta al baño; pues no importa si barro, trapeo, hago de comer, lavo vasijas, doblo ropa o me baño, Betty está ahí, en cada uno de sus capítulos, los cuales casi ni veo, pues con solo escucharlos mientras realizo el quehacer me transporta a cada situación.
Es cierto que hay situaciones que nuestra sociedad ya no acepta, pues los tiempos han cambiado y hay prácticas e ideologías que ya no son toleradas y qué bueno, y es precisamente el verlas lo que nos recuerda cómo hemos evolucionado.
Creo de una u otra forma, que todas hemos sido Betty, por eso no somos inmunes a su dolor; quizás hemos batallado para conseguir un empleo, sufrido por la crisis económica en la familia, padecer por no encajar en los estándares de belleza, callar por un amor imposible o sufrir un engaño.
Ahora Netflix le dice adiós, pero seguramente continuará reproduciéndose en nuestros dispositivos por muchos años más.