Llegar a ser futbolista profesional ha sido siempre un sueño de todo niño. Y ahora también de muchas niñas. Sí, pero no basta estar en la nómina de un club, por muy famoso y poderoso que se considere, ni basta pisar una cancha de las más atractivas del medio. No es suficiente contribuir con los buenos resultados de un equipo e inclusive ser parte de un campeonato en la máxima categoría de las competencias profesionales. Sí cuenta, indudablemente. Tiene su mérito. Pero hay otros aspectos de la carrera de un futbolista que también se deben tomar en cuenta para saber por qué, aunque pasen los años, sus nombres siguen en la memoria de este deporte de masas.
Y las estadísticas juegan un papel muy importante en la consagración de algunos ídolos, sin importar que jamás hayan probado la miel de un campeonato. Hay mucha “carnita” en los archivos periodísticos y en los curricula guardados en las cajas fuertes de las instituciones patrocinadoras de algún conjunto de futbol. Cual más cual menos nos aporta material para revivir a personajes que dijeron adiós a los reflectores de los medios y a los aficionados en los estadios. E igualmente nos permiten meter en el baúl de los recuerdos a las generaciones jóvenes para valorar los antcedentes del club y de quienes lograron dejar su huella por algo a veces aparentemente insignificante.
Por eso es muy significativo rescatar el rubro de los futbolistas del Club Monterrey que han conseguido rebasar los 200 partidos jugados a lo largo de sus 76 años de historia que se cumplen por estos días. Así se da uno cuenta de que Jesús Arellano parece inalcansable por sus 409 encuentros en que participó, cuando el cuadro albiazul se cubrió de gloria al volver a obtener el gallardete al mando de Daniel Pasarella. “El Cabrito” inició aquí su desempeño asombroso desde 1993 hasta 1997 y, posteriormente, del 2000 hasta su retiro en 2011. Y junto a él, brilla en el cuadro de participaciones Magdaleno Cano Ferro, con 397. Inolvidable, por donde se le quiera ver a este recio defensa de gran calidad y luego director técnico. Luis Ernesto Pérez dejó la marca de 335 y por poco lo alcanza José María Basanta con 329 y Jonathan Orozco con 318, si no es porque este último se fue a Torreón a sacar raja económica a su brillantez en la portería y de Santos brincó después al conjunto de Tijuana.
Vienen enseguida en la lista quienes no rebasaron los 300 juegos jugados como Severo Meza, con 281 y Jesús Zavala con 252. Luego hay una mínima diferencia entre los legendarios Guarací Barbosa (247), Guillermo “El Turbo” Muñoz (244), Mario de Souza Mota “Bahía” y Juan González, con 242, y Dorlan Pabón. Pero detrás les hacen sombra: Neri Cardoso (239), Rafael “Xalapa” Ortega (224), Humberto “El Chupete” Suazo (219), Walter Ayoví (218), Everardo Rodríguez Plata (213), Antonio “La Moca” González (211), Joel García (204), Misael Espinosa (202) y Jorge Molina (201).
Desde luego su nombre es un timbre de orgullo en la institución por su lealtad y perseverancia, además que representa un acicate en lo que representa como ejemplo para los que vienen siguiendo sus pasos, en una profesión en la que los años se comen las facultades físicas muy pronto y vuelven “viejo” para jugar a quienes todavía tienen energía de sobra para seguir viviendo, dedicados a otras actividades. Y vale también figurar en una estadística como ésta que impulsa a entrar en el túnel del tiempo a los que están saliendo del cascarón y se interesan por saber la trascendencia de una entrega con pasión exigida por el futbol soccer y que escribieron capítulos admirables que no se borran tan fácilmente.
Sí, es bueno soñar con ser futbolista. Pero consumado el sueño, también hay que admitir que esta profesión no es solo dinero. Atrás de él hay algo que rasgará un día la nostalgia por lo que se hizo en las canchas y la forma como la memoria grabó su nombre en las buenas estadísticas.