Cuando analicemos a Rayados no podemos centrar toda la crítica en la figura de Martín Demichelis.
Claro, es lo más fácil, y esa reflexión fácil nos permite ahorrarnos mucho tiempo y evitarnos practicar uno de los hábitos más difíciles en la vida: pensar.
Esa fácil práctica en todas las áreas de la vida nos permite además la comodidad de estar con la mayoría, y eso siempre da satisfacción.
Pero cuando un patrón se repite una y otra vez, como ha sucedido en Rayados desde el 2016, nos indica que debemos observar el bosque más que sólo el árbol.
La labor de los directivos no termina con el acierto de dotar a los directores técnicos de una nómina importante de jugadores, algo que ha hecho muy bien la actual directiva.
La labor se completa con el hecho de crear el entorno y la filosofía que permita aprovechar y potenciar los recursos humanos, y eliminar cualquier patrón que desvíe la atención de los objetivos principales, lo que tampoco se logra de la noche a la mañana.
Hay quien piensa, y creo que es la mayoría, que la directiva debió haber elegido a Eduardo Berizzo, por encima de Demichelis, pero eso tampoco nos asegura que hubiera dado a Rayados el éxito que anhela su afición.
En resumen, Demichelis no puede ser el responsable único de los resultados negativos de Rayados en este torneo, y la solución tampoco es tan simple como cambiar de director técnico.
Nos estamos acostumbrando a cargar la culpa sobre una sola persona, para saciar así la frustración.
Se señaló a Rogelio Funes Mori como si fuera el culpable de todos los males, antes fue Vucetich, antes que él Javier Aguirre o Diego Alonso. Se fueron, y el panorama no cambió mucho.
Se repetirá la historia y ya encontraremos a quién volver a culpar de todos los males.
Seguiremos viendo el árbol y no el bosque, lo que no es más que una representación de la manera en que analizamos los desafíos de nuestra sociedad.
