En una relación sentimental, laboral o de lo que sea, es necesaria la fidelidad para una convivencia duradera, y si se pierde ese hilo todo acaba o se vive en amargura.
En el deporte es igual. Aficionados fieles a sus equipos, a sus colores. Pero ¡ah caray! nada más es de un solo lado esa fidelidad.
Atletas que no voltean ni para la foto con el seguidor (no todos, aclaro), directivas que cobran entradas carísimas con esquilmos de igual forma, playeras de juego con costos altos y que son agendas comerciales.
Si, me refiero al fútbol soccer. Ese deporte tan seguido por millones que sus dirigencias hacen y deshacen pensando en todo menos en los que le dan tanta popularidad, sus aficionados.
Ahora hasta les cobran porque vean sus partidos por televisión. Además de requerir tele de paga, debes contratar paquetes especiales o aplicaciones para poder ver el deporte que tanto te gusta y que en ocasiones el espectáculo es malo o corrompido, a nivel país con fracaso tras fracaso.
Y sí, es la fidelidad del que cumple en esa relación (el aficionado), y el infiel, que promete y no cumple. Narcisista que solo piensa en sus intereses y no en su pareja (el que sufre, apoya y gasta en ellos).
Aún así la gran mayoría somos víctimas del fútbol, somos de esa parte poblacional que decimos estoy ahí aunque me maltrate (no puede ser).
Y sólo volteamos a ver como en otros deportes sí se triunfa, se cumplen objetivos y pocos les ponen atención.
¿Será porque el fútbol se jugaba en cualquier calle con dos piedras como portería y un balón para patearlo hasta descalzo? No lo sé, pero se adueñó de voluntades hasta convertirse en una religión no reconocida.
Sería bueno hacer el ejercicio de voltear a ver otras cosas, seguirlas y compartir ese amor por el fútbol con otros deportes así como el fútbol, al menos en México, no se entrega de lleno con quienes lo aman y todo por las infidelidades con su afición de quienes lo manejan.