Muchos aficionados (o personajes que se involucran en ese ambiente) no se acercan al mundo del futbol en busca de que su equipo juegue bien o de que vaya alcanzando etapas dentro de un proceso.
Más bien quieren que el juego les libere de algo. Por eso, es entendible que lancen un abucheo cuando no hay goles o su equipo no gana, aunque el trámite del partido haya sido bueno.
Ellos no entienden de procesos, ni les interesa entenderlos. Muchos de ellos sólo quieren que su equipo les libere de la rutina diaria, del estrés de la vida, de las frustraciones, que les de un estatus, o que se les permita gritar todo lo que no pueden gritar durante la semana.
Otros más quieren que el futbol les saque del anonimato, que les alcance con sus reflectores, no les interesa ni amar el juego ni comprenderlo.
Pero no se les puede pedir más, porque los mismos organizadores del juego han ofrecido esa tierra prometida donde los protagonistas (jugadores) dejan de ser seres humanos para convertirse en personajes de fantasía, de fábula, y que alcanza con esa fantasía a todo el que se involucra en él. Recetas mágicas donde el proceso de desarrollo de las organizaciones humanas no existe como tal.
Tigres está viviendo un proceso futbolístico que tiene mucho de las organizaciones humanas, pero cómo hacerle entender a la afición cuando se le prometieron goles, goles y goles, de la noche a la mañana.
El sistema de juego de los Tigres vive una evolución acerca de solucionar un problema añejo en la carrera de Miguel Herrera: el tema defensivo.
Si lo vemos de ese modo, hay una evolución, que, por ahora, ha tenido que sacrificar el aspecto ofensivo, por la manera de jugar del “Piojo” requiere llegar con muchos hombres al ataque, lo muchas veces requiere sacrificar equilibro de la parte defensiva. Ahora se ve al revés, se sacrifica la parte de arriba para mejorar la de abajo.
Algo así como cuando lavas una cacerola y al principio parece más sucia, hasta que el agua la va dejando más limpia de lo que estaba.
El tema es que una vez que haya logrado consolidar el trabajo defensivo, el equipo pueda volver a tener las variantes adelante. ¿Lo logrará? No lo sabemos, porque la vida es así, nunca se sabe si lograremos el objetivo, lo único que podemos garantizar es las mejores intenciones y condiciones para alcanzarlo.
Pero el problema es que ahora el futbol promete soluciones mágicas que tienen que ver más con la mercadotecnia, que con los procesos humanos.
De tal forma que privamos y privamos al aficionado de ese belleza inherente que nos brinda sentirnos seres humanos con errores y aciertos, que un día sentimos que avanzamos y otro que retrocedemos. De disfrutar de la bella incertidumbre que nos depara cada día en camino para cruzar el puente con los desafíos que nos presenta la vida.
El proceso de transformación que busca Miguel Herrera no es diferente, a fin de cuentas, de lo que muchos experimentamos o pretendemos en alguna área de nuestra vida. Un proceso que tiene mucho que ver también con el control de las emociones, un tema que también representa una lucha día a día dentro de los Tigres.
Es tal la belleza interna del deporte.