¿Se puede controlar todo en nuestro entorno? La respuesta inmediata y lógica que viene a nuestra mente es ¡claro que no! Pero para ser sinceros es algo que muchas veces ya en la práctica se nos olvida y termina por nos frustrarnos.
Controlar significa tener el poder de decidir sobre alguna situación y el rumbo que queremos que tome, cuando sentimos que tenemos el dominio sobre algo estamos en completa paz y eso nos brinda estabilidad.
Existen muchas cosas cuando entrenamos para un maratón, que se pueden, y de hecho deben controlarse, ya que si no nos ponemos en esa posición difícilmente lograremos alcanzar esa meta de 42 kilómetros que nos propusimos.
Empezando por el plan de entrenamiento que tiene que cuadrar perfecto con nuestra agenda de compromisos laborales, familiares e incluso sociales, necesitamos asumir el control de este para poder cumplirlo sin excusa alguna, porque algo bien sabido es que el maratón no justifica ninguna falta.
Controlamos también nuestra alimentación, es imposible imaginarnos teniendo, por ejemplo, una cena copiosa con altos contenidos de grasa la noche anterior a realizar una distancia de 30 kilómetros.
La ropa que usaremos en función del clima esperado, la hidratación que llevaremos para el camino, lo que cargaremos en la cangurera, pastillas para el dolor, papel para el sanitario, vaselina, geles energéticos, miel, hasta sal llegamos a cargar a veces.
Las rutas donde entrenaremos las elegimos buscando emular en medida de lo posible la que seguiremos el día del maratón, buscando precisamente que no haya sorpresas ese gran día.
Todo eso lo podemos controlar, está en nuestras manos y por supuesto que tenemos que hacerlo, cumplirlo nos hace sentir seguros y confiados para lograr nuestro maratón sin problemas.
Pero a veces, pasan esas cosas que no podemos controlar, a las que todos, sin excepción, estamos expuestos y no queda más que aceptarlas y afrontarlas, si queremos superarlas.
Recuerdo el maratón de Monterrey del año 2011, uno de los que más me ha costado hacer, debido a la temperatura sumamente fría, a mí particularmente, me va mucho mejor corriendo en frío, y de hecho lo prefiero, pero en este caso el detalle a superar fue que además de estar la temperatura a alrededor de los 5 grados, estuvo lloviznando durante todo el trayecto.
Antes de ese maratón, jamás me había tocado correr uno así, sí en entrenamientos, pero no el día de la competencia, empapada y congelada de pies a cabeza, desde el kilómetro 1, pasando por charcos que se habían formado desde la noche anterior.
Lo sufrí mucho, sentí que nunca entré en calor y lo corrí con molestia mental ¿por qué tenía que llover así el día del maratón? Sí, todo el camino fui peleando con lo que simplemente no puedo controlar, ni yo, ni nadie más: el clima.
Duré mucho tiempo enganchada a ese sentimiento de impotencia, coraje y frustración, porque, además, debido a eso no me fue para nada como lo esperaba, hasta que comprendí que no se puede controlar lo incontrolable.
Para poder crecer dentro de este deporte y claro en cualquier área de nuestra vida, es importante aprender a manejar esa frustración y las emociones negativas que nos genera el no poder estar en control de todo.
El maratón me ha enseñado mucho de esto, me responsabilizo por lo que está en mí y, lo que no, simplemente lo suelto, ya que por mucho que me preocupe no va a evitar que suceda, si es que va a suceder.
Desde que lo vi de esa forma, corro más feliz y tranquila, trato de prepararme lo mejor posible, porque nunca sabemos lo que nos depararán esos 42 kilómetros con 195 metros.