Esta mañana, al revisar el celular para enterarnos de como amanecía el mundo muchos nos despertamos con las terribles imágenes de la tragedia ocurrida unas horas antes en el exterior del estadio del club Santos Laguna.
Al revisar con detalle, supimos por los comunicados de los clubes y de la liga BBVA MX que una persona murió y al menos 15 fueron lesionadas en el choque y atropello donde la mayoría de las víctimas son aficionados a los Rayados de Monterrey que salían del partido del que hoy el resultado es lo que menos importa.
Hasta ahora lo que se sabe es que una camioneta que aparentemente era conducida por una mujer con licencia de manejar del estado de Texas, y quien aseguran manejaba intoxicada, circuló en sentido contrario, impactó a un taxi y después a un grupo de personas que estaban junto a un carro de elotes. Los reportes informan que una mujer originaria de Monterrey murió en el lugar y hay al menos cinco lesionados en condiciones graves.
A la par de la información oficial, los videos en redes sociales amplifican la tragedia al mostrar el caos en el sitio y los testimonios de sobrevivientes explican los fragmentos de realidad que el vivir un trauma les permite.
Por el contexto en el que sucedió este accidente, las redes sociales de inmediato reaccionaron con versiones de que los simpatizantes de rayados fueron embestidos deliberadamente por ser parte de la porra visitante; incluso esta mañana algunos programas regios sugieren lo mismo basados más en una historia de enfrentamientos y agresiones en contra de aficionados de tigres y del Monterrey.
Vivimos en los tiempos de la inmediatez, la desinformación, la estridencia y, sobre todo, la irresponsabilidad. Es muy, muy peligroso asegurar sin pruebas -desde un teclado, o desde un micrófono- que un accidente es en realidad un homicidio doloso motivado por un fanatismo enloquecido e intoxicado.
Es evidente que algo sigue fallando en los protocolos de seguridad y protección al aficionado, el propio y el extraño. Esa parte le toca a la liga, los clubes y los municipios sede de los estadios. No fue suficiente la tragedia de Querétaro, y muy probablemente no vaya a ser suficiente la muerte de una seguidora de rayados. En el país de la simulación, hasta el futbol profesional finge ser honesto.
Si las investigaciones judiciales determinan que hubo dolo fomentado por odio deportivo, que se castigue. Si se encuentra que la tragedia ocurrió por el exceso de alcohol, que se castigue. La única forma de saber que pasó en realidad requiere tiempo, el enemigo de los irresponsables mercaderes de clicks, vistas e interacciones.