Parece que el futbol profesional será una de las actividades últimas, en las que se igualen los salarios de hombres y mujeres.
Se menciona que Florian Thauvin, atacante francés de Tigres, es el futbolista mejor pagado en la Liga MX con 6 millones de dólares que se embolsa al año, algo así como 121 millones de pesos. En contraste, las mejor pagadas en la Liga Femenil MX son Stephany Mayor, de Tigres, y Katty Martínez, de Águilas, con cifras que rondan 1.5 millones de pesos al año. La diferencia es obscena.
En cine, por mencionar una actividad extremadamente rentable, los avances de género son significativos y aunque aún hay camino por recorrer, la brecha salarial se ha acortado y el abismo ya es menos profundo. Hablando de ese universo irreal, en el que viven las estrellas de Hollywood, Leo DiCaprio obtuvo 30 millones de dólares por la cinta No Mires Arriba (Don´t Look Up, 2021). Su coprotagonista Jennifer Lawrence se quejó, porque ella obtuvo cinco millones menos.
Claro, la industria del celuloide es mucho más lucrativa que la del balompié. Sin embargo, no siempre corrieron millones de billetes verdes para corresponder al inmenso talento de las chicas que vemos en la pantalla grande. Cuando Liz Taylor hizo Cleopatra, en 1963, se convirtió en la primera mujer en romper la barrera del millón de dólares. Sin embargo su coprotagonista Richard Burton cobró cinco veces más por el mismo trabajo. Ahora las mujeres están hasta un 26% por debajo de los hombres en el cine, pero ya no pueden decir que morirán de hambre.
En cambio, en el futbol azteca del circuito rosa, todavía existe el grosero contraste y algunas jugadoras, por decirlo de alguna forma, sí padecen inanición, por sus percepciones raquíticas. Como si fuera tienda de raya, en algunos equipos de la tabla baja, les dan para el transporte en camiones urbanos, compensaciones de 500 pesos semanales. Les dicen que se contenten con salir por TV. Ya son famosas y con eso se dan por bien saldadas, les aclaran.
En alguna ocasión charle, por separado con Héctor Becerra, entonces entrenador de Rayados, y Roberto Medina, de Tigres, y los dos coincidían que el balón era injusto con las chicas, porque recibían muy bajas percepciones. Y señalaban lo natural, en relación a lo poco rentable que hasta ahora ha sido el juego de ellas. A diferencia de los varones, que tienen estadios llenos, rating de televisión y venta de esquilmos, las damas apenas comienzan a crecer en cuanto a identidad y seguidores. Por eso, con ellas los boletos están a un costo mucho más bajo, aunque las entradas son considerablemente menores. Ya ni decir de la cantidad de seguidores, en cuestión de rating, y de venta de camisas en las tiendas de suvenires, que todavía siguen siendo menores, aunque con ascenso lento y sostenido.
Si se contempla que los clubes son avaros para recompensar a las mujeres, porque no generan tantas entradas como los hombres, podemos suponer que la Federación Mexicana de Futbol, en un acto de justicia, podría igualar recompensas a nivel Selección Nacional. Por lo menos ahí, en las competencias con otros países, México puede ser equitativo. Los hombres tradicionalmente han demandado con severidad cuotas y reparto de beneficios del equipo que, a decir de los mismos federativos, es el más rentable de todos los que hay en la organización.
Estados Unidos ya dio el paso en mayo, con un acuerdo histórico para que ellos y ellas reciban la misma retribución pecuniaria al momento de integrarse a la Selección. Obtendrán equitativos beneficios en los repartos por competiciones, incluidas las de la Copa del Mundo, de publicidad, servicios de cobertura médica y seguridad personal. También se incluyen compensaciones de ganancias por estadios llenos y otros cupones que se pueden canjear cuando sus competencias resulten exitosas.
A fin de cuentas, resultaron efectivas las presiones de las futbolistas de Estados Unidos, las mejores del planeta, multi campeonas del orbe, con un palmarés mucho más remarcable que el de sus pares masculinos, que no tienen muchos laureles que presumir, más que algunas copas regionales y un glorioso quinto partido en el mundial asiático de hace ya 20 años.
Los directivos mexicanos podrían tomar este buen ejemplo y, al menos en este equipo de selecciones, podrían ajustar cuentas y reparar agravios, con una igualdad en las percepciones y beneficios que históricamente se le ha negado a las mujeres que, aun pateando una simple pelota, tienen que esforzarse el doble para poder existir con dignidad, en un negocio dominado por machos.