La reciente edición del Premundial Femenino de Concacaf, que es celebrado en México, rumbo a la Copa Mundial, fue una excelente oportunidad para que el conjunto Tricolor se ubica en su justa dimensión en el entorno internacional. A cualquier equipo, como el azteca, le afecta la sobredimensión, la elevada expectativa y la falsa creencia de que puede atrapar de un salto las nubes, cuando apenas comienza a andar erguido.
En una disciplina dominada por Estados Unidos y Canadá, y algunas potencias europeas, se comprueba el aborrecible cliché, bastante cierto, que indica que México fracasa sistemáticamente en deportes de equipo. En cambio, hay una exponencial posibilidad de destacar, cuando los nacionales van a competencias individuales. Hay campanazos, como el oro varonil en Londres 2012, pero la historia parece más la de un anuncio del Zodiaco que una premeditación ganadora.
No me refiero a esas voces pequeñas que hablan de la envidia, que mueve a un mexicano a sabotear a sus pares. No me la creo porque, en todo caso, esa tendencia puede ser universal y no una endemia nacional, como la venden los agoreros que se deleitan con los fracasos futboleros en justas internacionales.
El Tri Femenil tuvo una actuación parecida a una hecatombe. Lo peor de todo es que nada auguraba el fiasco en el que se convirtió esta anfitrionía que da cuatro boletos para el Mundial de Australia / Nueva Zelanda 2023 y dos para los Juegos Olímpicos de París 2024.
Iniciaron en febrero las rondas eliminatorias rumbo a la fase final del premundial, y la Selección Femenina obtuvo el favor de marcadores que eran tan escandalosos como irreales: a Surinam le ganó 9-0; a Antigua y Barbuda 8-0; a Anguila, 11-0; a Puerto Rico 6-0. Sonaban las campanas en las Catedrales de Puebla, Monterrey, Guadalajara. El Tri estaba listo para dar el gran salto al estrellato. El equipo está para confrontar a las mejores.
En 11 ediciones del torneo, Estados Unidos ha sido campeón en ocho. En otra alcanzó podio de tercer lugar. Es muy probable que en esta ocasión también se corone. México ha sido dos veces subcampeón, en las dos derrotadas ante Canadá, la que ha ganado los otros dos cetros. Pero ya es tiempo de dar ese estirón, decían, agregar el gramo para completar el kilo, saltar un centímetro más para llegar al metro.
Mónica Vergara, como entrenadora, sería la encargada de dar el zarpazo y demostrarle al mundo de qué están hechas las guerreras de la raza de bronce.
Pero la realidad que siempre es tan obstinada, terminó por imponerse. Lo diré rápido porque me resulta doloroso: México cayó ante Jamaica, Haití y Estados Unidos. Cinco goles en contra y ninguno a favor.
Como se esperaba, las representantes de las barras y las estrellas se enfrentarán en el round definitivo a las de la hoja de maple.
Ni mundial, ni olímpicos se obtuvieron al final de la aventura en casa. Pero creo que, lejos de descorazonarse, las jugadoras mexicanas y toda la organización deben entender el sitio en el que se encuentran en la fila de las ganadoras. Está muy, pero muy atrás. Los representativos de las islas antillanas no eran parámetro, como se supuso en ese carnaval de goleadas, que parecían juegos contra equipos sin porteras. Ya hubo cambios en los dirigentes, lo cuál resultará en algo benéfico. Aunque se dice que el futbol pasa por las jugadoras y que los dirigentes en las oficinas no son los que meten los goles, lo cierto es que la arquitectura del equipo se inicia con el trabajo de escritorio. Por decir lo básico, debe haber un buen programa de reclutamiento, otro igual de entrenamiento, preparación con duelos exigentes. Se deben observar factores psicológicos de salud, de alimentación. Por lo que se ve, en esta edición de las seleccionadas hubo una falla generalizada en todas las líneas. No hubo una preparación adecuada de los partidos y los juegos, ejecutados, fueron un desastre de planeación. No se le vio coordinación suficiente al equipo en la cancha. El Tri Femenino jugó a nada, con un desorden muy marcado por la rápida pérdida de los balones y un desconcierto en la transición. Es complicado ganar en base a pelotazos.
Que sirva esta experiencia de reflexión. Hay una liga femenil doméstica en formación que está llamando la atención. Las aportaciones de los patrocinios comienzan a capitalizarla. Las jugadoras tienen entusiasmo y anhelan figurar. Un buen inicio es darles un mejor trato, valorándolas. Y es indispensable empezar ya el lento recorrido de la formación integral. Puede ser un trayecto penoso, pero es la única forma en que se puede avanzar hacia la conquista de un objetivo, por más modesto que sea.