Tras nueve años de espera por una nueva emisión de Bailando por un sueño, el domingo esperado llegó y los Galindo nos quedaron a deber.
Aunque la depresión invadía mi chilango cuerpo al regresar después de unas muy buenas (y merecidas) vacaciones, el domingo llegó a su mejor parte cuando me disponía a disfrutar de mis chicharrones con salsa y ver lo que la programación dominical me ofrecía.
Sin duda alguna, fenómenos como Big Brother generaron en nosotros una sensación cada fin de semana de esperar el siguiente suceso, la sorpresa por venir y parte de esto ha sido reforzado por uno de los mejores programas que han llenado nuestras pantallas chicas como lo es Bailando por un sueño.
Dentro de las razones de peso para ver esta emisión (el hecho que mi compañera y amiga Odalys esté concursando y me haya demostrado que mueve el bote mejor que la mismísima Tongolele), me gustó mucho ver la gran calidad de los pasos de baile, la conducción de nuestro “Ellen Degeneres” mexicano, Adrián Uribe, la producción inmejorable y descubrir que grandes actores y conductores que conocemos desde hace mucho tiempo, nos demuestran que también saben seguir cadenciosamente el ritmo que les pongan.
Si bien algo me dejó un poco inquieto, fueron los sueños de las parejas de baile de los famosos; tomando de manera literal el nombre del programa, los televidentes esperamos con ansias conocer el motivo de los soñadores y su motor para ganar el programa.
Es cierto que programas como Dancing With The Stars y Mira quién baila! han cambiado nuestra perspectiva respecto a ver a famosos bailar, pero lo interesante y el eje primordial de este programa mexicano es el manejo de emociones con que los soñadores luchan domingo a domingo por ver cumplida su misión, aspecto que en esta emisión se vio diluido entre los reflectores, el rating y un famoso que elige a su pareja de baile en base a su química personal y no en apoyo a su sueño.
No cabe duda que los primos Galindo saben hacer buena televisión y contenido de calidad que tanta falta le hace a nuestros fines de semana, aunque desde mi punto de vista este domingo de depresión post-vacaciones se llenó de grandes personalidades bailando en la pista, un programa que cumplió con las expectativas, pero pocos sueños de peso por los cuales hacer gala del mismo nombre que hizo famoso a este show.
Les recomiendo ver Bailando por un sueño, no sólo por la agradable sorpresa de poder ver a caras conocidas mover las caderas, sino para que emitan ustedes mismos su propia opinión de esta producción.
4, 3, 2, 1, ¡Clarketazo!
Espero sus comentarios en twitter. @clarketo
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