El viernes 5 de enero por la tarde falleció un extraordinario mexicano que merece todos los honores post mortem; el panegírico con las palabras puntualmente seleccionadas sin que se tome como un vulgar melindre. He tratado con esta narrativa de proyectar hasta donde se pueda la esencia de quién fue este ilustre regiomontano con remotas raíces en Matamoros.
Comenzaré por decirte querido lector que el abuelo de Carlos fue don Eduardo Bremer, un migrante alemán que se instaló en Matamoros y Brownsville para abrir negocios de boticas, pues era un reconocido doctor. No obstante, fue en 1876 cuando el médico Eduardo decidió instalarse en Monterrey, abriendo un nuevo negocio, “Botica del León”, uno de los primeros pasos de la familia en el mundo de los negocios.
Nuestro célebre personaje, Carlos Bremer Gutiérrez nació el 1º de junio de 1960 en Monterrey, hijo de Guillermo Bremer y Sara Gutiérrez. Fue el cuarto de cinco hijos, Guillermo, Rodrigo, Bernardo, Carlos y Alberto. Su padre fue dueño de “Deportes Bremer” muy conocido en la ciudad de Monterrey.
Carlos anhelaba servir de ejemplo positivo a la gente, no solo a los emprendedores que llegaban a sus oficinas de Casa de Bolsa Value a ver nuevas opciones de negocios sino a quienes a través de la televisión en las ocho temporadas del reality show Shark Tank México podían escuchar y asimilar sus consejos para tomar nuevas estrategias y técnicas y así dar forma a nuevos mercados.
Afirmaba que el emprendedor no solo es el que anda inventando cosas muy raras, sino el que hace mejor que otros lo que ya se hace. Se definía así mismo como un empresario raro. Le gustaba buscar ciertas metas, enfocarse y trabajar duro por ellas.
Una de sus anécdotas iniciales le cimbró la existencia para bien. Comenzó a los trece años con negocios pequeños a comprar y vender calculadoras. El primero en recibirlo en la Navidad de 1973 fue Marcelo Garza Lagüera, hijo de Don Eugenio Garza Sada:
-A ver Carlitos, ¿Cuánto te vas a ganar?
-Estas calculadoras que le estoy ofreciendo para que las regale a sus clientes valen 23 dólares, pero yo convencí a los que las venden que me las dejen a 12 si les compro cinco mil.
– ¿Y cuantas me tocarían a mí?
-Pues hasta donde le dé la boca Don Marcelo. Mínimo 500.
-Si te compro 500 ¿Cuánto te vas a ganar?
-Pues yo se las vendo a 17 para que le salgan más baratas del precio en el mercado.
-Te estarías ganando 5 dólares por calculadora.
-Así es Don Marcelo.
-No te las voy a comprar, pero permíteme.
En ese momento Don Marcelo sacó de un cajón de su escritorio su chequera y comenzó a llenar un cheque. El niño Carlos Bremer con emociones encontradas disfrutaba su diálogo con uno de los empresarios más importantes de Monterrey, pero experimentaba también una sensación de frustración por que no le comprarían sus 500 calculadoras, cuando de repente ante sus ojos Don Marcelo le entrega un cheque a su nombre por la cantidad de 2,500 dólares.
-No te las voy a comprar, yo no tengo a quien regalarlas, pero me gusta que un jovencito como tu ande en la calle echándole ganas, ten este cheque por la ganancia que tendrías si te las hubiera comprado.
Esta experiencia marcó positivamente al niño Carlos Bremer de varias formas, en primera instancia fue un estímulo para seguir de emprendedor toda su vida y también sembró en él un firme espíritu de filantropía hacía la gente de talento.
Llegó a expresar que por esa razón creó el reality show Shark Tank México, una
manera de devolver toda la ayuda que recibió en sus inicios.
En 1975 a los 15 años se ofreció para llevar a los hijos de los amigos de sus papás, niños de 12 años a sus vacaciones en Disneylandia e incluso a esquiar en Colorado. Este tipo de acciones las convirtió en negocio y de esa manera comenzó a organizar viajes para los hijos de sus conocidos. Así se hizo de la confianza de los padres de estos niños.
En 1979, a sus 19 años, cuando Carlos estudiaba ingeniería industrial en el Tec de Monterrey falleció Don Guillermo, su padre, y tuvo que aplicarse para tener ingresos económicos, fue cuando aprovechó sus relaciones con los papás de los niños que llevaba de viaje e ingresó a la casa de bolsa Banpaís, que estaba al borde de la quiebra. Ingresó en septiembre y ya habían anunciado que cerrarían en enero de 1980, tentativamente estaría solo cuatro meses.
Con su muy desarrollada intuición y mucha hambre de éxito Carlos Bremer hizo una propuesta muy audaz a un alto directivo de Banpaís:
– ¿Si en vez de sueldo me dan comisión por cada cliente que traiga?
Era tan grave la situación de esta institución financiera que la respuesta fue:
-La comisión que quieras.
-Me das el 50% de cada cliente que yo traiga, dijo Carlos Bremer.
-Hecho.
Lo que hizo Carlos Bremer fue ir calle por calle en Monterrey abriendo cuentas y Banpaís nunca cerró.
Esta Historia continuara.
El tiempo hablará.