Hace tiempo fui invitado a dar una charla sobre periodismo a un grupo de editores de diarios en México. Mi tema debería enfocarse a la parte técnica de la redacción y a la trascendencia social de la prensa, pero inevitablemente abordé algunos aspectos de la ética.
Es obvio que al hacer algunos señalamientos sobre lo lamentable de la corrupción en algunos medios, advertí que podría pisar callos porque estaba frente a quienes fundan una revista, un diario o un espacio informativo cualquiera con fines políticos para tener derecho de picaporte con el poder político, pero también con fines comerciales, pues es muy legítimo ganar dinero con la inversión que exige un periódico.
Por eso no me extrañó que durante la comida y al final de los postres se desparramaran comentarios al por mayor, no sobre la parte técnica de la redacción en un medio informativo sino sobre los cuestionamientos severos a los que son sometidos sus propietarios. Y, peor, me dijeron, sobre las sospechas infundadas de arreglos “en lo oscurito” con gobernantes y figuras prominentes de poder, sean políticos, industriales, eclesiásticos, etc.
Uno de ellos, a solas, me hizo ver que lo que alguien puede juzgar como corrupción por las ayudas que se obtiene de dependencias oficiales no pueden tipificarse como sobornos, o sea lo que en el argot se llama “chayotes”, “cochupos” o “payolas”. No. Según su punto de vista, hay que analizar el otro lado de la moneda y se trata de apoyos para seguir manteniendo una fuente de empleo y una ventana abierta por donde la opinión pública se asoma a revisar su entorno y a ver cómo anda el mundo que le rodea.
Sin embargo, no me dijo nada cuando le pregunté si era incondicional ese flujo de recursos en especie (papel y su almacenaje, tinta, mobiliario, viajes, convivios, etc.) o en efectivo (dinero contante y tronante, cheques, bonos, etc.). No hubo respuesta a mi duda sobre si esas entregas mutuas (me das, te doy) afectaban la libertad de prensa y la imparcialidad en las noticias o la neutralidad en cada difusión de los contenidos del diario. No supo definir en este caso el término honestidad profesional.
El editor no era de la capital mexicana sino de una ciudad lejana del centro del país. Y me dio a entender que así se las arreglaban muchos de sus colegas para sobrevivir, de modo que si no era por esas aportaciones oficiales podrían cerrar su empresa y dejar en la calle a su personal. Pero me dejó en las mismas cuando no me respondió si esa postura no provocaba compromisos y correspondencia en los mismos términos que espera siempre un político. Y menos tuvo una opinión contundente al hacerle saber qué pensarían sus lectores si se enteraran de esos convenios a gran altura.
Lo que sí noté que no le gusto es que le dijera que cuando un producto necesita subsidio oficial para sobrevivir, definitivamente es que no goza de gran aceptación entre el consumidor por su calidad o efectividad. Y que entonces el que da se permite agarran por el cuello al le da afectando, en este caso, el proceso de limpieza informativa por la línea y tendencia que marca el del dinero.
Total, hoy me vengo a enterar que Egidio Torre es un gobernador que apoya a algunos “periódicos y periodistas” de muy buena fe. Pero también dice Ricardo Alemán, conductor del programa “La Mudanza” en un canal de Televisa, que sabe proceder de otras formas cuando se trata de coartar la libertad de prensa si los que escriben se pasan de la raya. Por eso en Tamaulipas corre el rumor de que hay quien gana más con las noticias que calla que con las que publica.
Pero esto ocurre no solamente en Tamaulipas, afirma Alemán, y apunta también hacia Colima donde el “cochinero” de las elecciones gubernamentales pasadas dejó en evidencia su sistema informativo. Y claro que le creemos ante el recuerdo de aquel editor que decía no era corrupción empresarial sino defensa de sus fuentes de empleo para que no se queden sin trabajo los periodistas y personal de oficina y del taller, además de los repartidores.
No obstante, consideramos un deshonor que se juzgue al mandatario tamaulipeco y que esta entidad tan sufrida sea víctima de comentarios de este corte, por si no bastara la mala fama que le ha dejado la inseguridad pública y tantas fallas de la autoridades en muchos rubros oficiales.
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