Dice Rosa María Muela, directora del Instituto de la Mujer Tamaulipeca que en esto de la inseguridad, son las mujeres norteñas las que viven en la zozobra producto de la ausencia de la pareja y el enfrentar solas junto a sus hijos las circunstancias adversas.
Si bien toda la sociedad tamaulipeca es damnificada de la violencia, uno de los sectores que vive de manera más directa los efectos de la ola de inseguridad son las mujeres, porque en muchos de los casos son ellas las que tienen que sacar adelante la familia ante la falta de la figura masculina.
En esto de la violencia son los hombres, especialmente los jóvenes y jóvenes maduros, el blanco de los grupos delincuenciales y los cuerpos de seguridad, pero los efectos de esa violencia contra el sector masculino se reflejan en el sector femenino del estado.
Según reconoce la funcionaria estatal las mujeres que han quedado solas, ya sea, suponemos, (aunque Rosa María no lo menciona), porque sus esposos tuvieron que huir, o han sido desaparecidos o asesinados, no tienen quién les tienda la mano para solucionar los problemas económicos a los que deben enfrentarse ante la ausencia de quien sostenía el hogar.
La directora del Instituto no especificó cifras de cuántas mujeres de Tamaulipas viven en esas circunstancias, ni tampoco determinó cuál será la estrategia que aplicarán las autoridades estatales para darle solución a esa problemática.
Se limitó a hablar del problema, a aceptarlo y reconocerlo, y está bien, pero no es suficiente.
Sobre todo porque si no se atiende como debiera, las repercusiones a corto y mediano plazo serán desastrosas, no sólo porque se les cierran los caminos a las familias encabezadas por mujeres de salir adelante, sino por los efectos que tiene tanto en esas madres, como en los hijos.
Si el problema ya está identificado, se tendría que definir el camino a seguir, sobre todo porque el Inmujeres, que es la contraparte nacional del instituto a nivel estatal cuenta con recursos que deben usarse en rescatar a esas familias de la pobreza.
Aquí aplicaría perfectamente lo que expone el investigador Edgardo Buscaglia, en México hay dinero para programas sociales, el problema radica en que quienes están al frente de las instituciones se dedican más a hacer política que a cumplir con la encomienda.
Y es por ello que vemos cómo las oficinas gubernamentales se van llenando de personal que sólo termina tropezándose entre sí, pero sin asignaciones de trabajo que permitan medir los resultados.
Si bien el Instituto de la Mujer es algo que se requería en el país, está por verse su efectividad, considerando como en Tamaulipas, que las problemáticas ya están identificadas, entonces a poner manos a la obra para ayudar a esas mujeres que requieren una ruta de salida para solucionar la situación en la que están inmersas.
Hablar de los problemas que aquejan a la sociedad tamaulipeca es un camino para solucionarlos, pero que no se quede en palabrería, hay que trabajar honestamente en lograr objetivos tangibles.
Que incluya el nombre y apellido de las perjudicadas por la inseguridad y violencia y luego, las soluciones aplicadas y los resultados obtenidos.
Ya no es posible continuar hablando en el vacío, sólo por dar la nota a los medios.
LA FRASE:
“Ni la política de cuotas minusvalora a la mujer en modo alguno, ni la discriminación positiva en cuestiones de género hace más que servir de paraguas al aluvión de inercias machistas que nos cae encima a diario. ¿A qué viene pues tanto escándalo cuando de beneficiar a un género se refiere, no en detrimento del otro sino para igualarlo al otro?
“Una se pregunta si sus detractores son realmente conscientes del retraso histórico que las mujeres arrastran en su incorporación a las tareas plurales que se desempeñan en sociedad. Siendo la discriminación positiva tan solo un instrumento para romper el a estas alturas abominable techo de cristal, es de necios matar al mensajero cuando son tantos los beneficios que nos puede deparar”, María de los Ángeles Cabré, escritora y crítica literaria española, expone así en un artículo publicado en el periódico español El País, donde puntualiza la necesidad de que las mujeres ocupen no sólo la mitad de los cargos públicos, sino también el 50% de los puestos directivos en las empresas, para que se haga efectiva la igualdad de oportunidades.
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