Las fronteras fueron un invento, no son límites naturales; sino que fueron creadas por el hombre para controlar y para mantener su poder hacía otros seres humanos y sus recursos.
Una persona no vale menos porque llegó en tren indocumentado o en avión privado o de primera clase; sin embargo, muchos los miran para abajo a quienes sin importar que no sea su culpa, vengan de una economía difícil y están acá para tratar de mejorarla. Falta empatía.
Es admirable que después de todo hayan salido vivos después que en su travesía se toparan con mafias que viven de los más vulnerables, que antes que ayudarlos buscan sacar provecho de su situación. Eso pasa en América, como en África y Europa.
Las mafias cobran por ayudarlos a llegar a su objetivo. Los extorsionan para dejarlos caminar libremente en un territorio, los secuestran para trata de personas o para tráfico de órganos.
Conocí a una persona que siendo joven salió de su natal Honduras. Viajó con su prima por la selva de El Salvador sólo comiendo sal en el camino. Viajaron en la Bestia hasta el estado de Tabasco y allí una familia las hicieron sus esclavas domesticas durante más de un año.
Sólo veían las estrellas y la luna desde un agujero que daba a una especie de cueva subterránea donde las tenían “escondidas”, quienes las explotaban. Para que no se fueran les contaban historias de terror acerca de la deportación.
Un día se armaron de valor y escaparon de ese rancho, logrando viajar en camión. Casi al llegar a la frontera con los Estados Unidos, bajaron a su prima por ser de tez negra, mientas que ella continuó, pero nunca salió de México.
A pesar de que las personas puedan encontrarse en condiciones extremas en los lugares a los que llegan, en donde no tienen nada, sobreviven con la esperanza de poder ganarse la vida con una oportunidad de poder trabajar.
En el éxodo venezolano, al día salen del país unas cinco mil personas, no sin antes haber perdido once kilos de peso, en promedio a causa de una devastadora economía que ha encarecido la alimentación y el acceso a una vida digna. Hasta el momento van más de dos millones de venezolanos que salen de su país a causa del hambre.
Los venezolanos se están trasladando a países colindantes como Colombia, Chile, Ecuador, Perú, Brasil, Uruguay, Argentina o México, donde han encontrado cómo sobrevivir en base al trabajo, al igual que lo han hecho los mexicanos y centroamericanos en los Estados Unidos.
Aunque es verdad que existen delincuentes que cruzan las fronteras para continuar así, también puede suceder que las circunstancias extremas hagan que las personas caigan en eso, víctimas de la necesidad.
Ya sea a causa de guerras, de política, economía o inseguridad que los habitantes de un país tienen que salir, y trasladarse a otras naciones donde les es más difícil subsistir al comenzar de cero, donde ya no importa qué eran antes, ni lo que tenían antes de llegar ahí.
Irónicamente en los países donde buscan asilo es donde reciben los ataques o de quienes sus políticos quieren protegerse. Tal es el caso de Venezuela, con los Estados Unidos quienes mantienen conexiones con el resto de América Latina a quienes controla.
En caso de Siria, son atacados por tanques fabricados en Alemania, país en el que los sirios tienen la esperanza de llegar al continente europeo.
Los marroquíes brincan a España por tres paredes casi infranqueables, donde posteriormente piden asilo al país que los vio sobrevivir, que también da apoyo a su país para que manipule la migración, sin embargo, el país africano continúa impulsando clandestinamente esa práctica.
El petróleo, el agua, minerales, tierras y otros recursos naturales son las principales causas por las cuales grupos de personas se encuentran sufriendo en todo el planeta. Siempre son las mismas ya sea en África o América.
Quizá si se entendiera que las personas no tienen el poder de decidir donde nacer y en qué condiciones, podríamos informarnos y tener más empatía por ellos.
Viví con una africana de Camerún la cual impartía clases de francés en un colegio privado a la que mis compatriotas principalmente discriminaban por su color de piel.
Mientras los taxistas le decían que de donde provenía era más pobre que México y tan solo por eso la trataban mal, por ser pobre.
Los de clase media con los que se relacionaba en la escuela que trabajaba, unos la querían, mientras otros la hacían menos por también ser pobre y no contar con conexiones de peso en la sociedad.
Podíamos ayudar a quienes viven en situaciones de esa índole, poniéndonos sus zapatos, antes de creernos superiores minimizándolos sólo porque tenemos acceso a otras oportunidades de vida que nosotros tampoco decidimos.