Ayer que llegué a la casa después del trabajo y hacía mucho frío, estaba decidida a apagar el celular, ponerme unos pants, una mascarilla facial, envolverme en una cobija y echarme en el sofá a ver películas hasta que me venciera el sueño. Así fue como me encontré con la película “The Last Showgirl” protagonizada por Pamela Anderson y Jamie Lee Curtis y me dispuse a verla.
Como producto cinematográfico, la película no me pareció muy buena, y aunque el tema es complicado, creo que pudo haberse manejado mejor. Porque, trata de la crisis y la complejidad del proceso de aceptar el envejecimiento, la obsolescencia, y la caducidad que invariablemente traen consigo los años y la edad, especialmente para las mujeres en el medio del espectáculo, cualquiera que este sea.
Rara vez existe la posibilidad de convertirse en una leyenda o en un clásico…la mayoría de las veces, solo se pasa a ser un vejestorio y un desecho del medio ingrato.
Cuando el éxito profesional de una mujer en el medio del espectáculo depende únicamente de ser joven, bonita y sexy, se puede anticipar sin temor a equivocarse, que la carrera en cuestión será efímera y no tendrá un final feliz. Y, aunque todo el mundo dice saberlo, es complicado asimilar el proceso de la propia caducidad.
No siempre resulta fácil, factible o posible transmutar la juventud, la belleza y la sensualidad en madurez, elegancia y sensibilidad y así servir a un público más “selecto”, quizás capaz de apreciar otras cualidades en una mujer. Les sucede a los hombres también, en algunos casos, pero el mundo del espectáculo y los medios, es particularmente despiadado con las mujeres a las que se tiende a cosificar y a tratar como meros productos cuando resulta más importante el “cómo se ven” que el “quienes son”.
La película contiene escenas tristes, escena de desolación, escenas que hacen pensar que a veces, la vida se acaba cuando la muerte aun no ha llegado, cuando el público abandona a su estrella y el mundo no se detendrá por nadie y no queda más remedio que reinventarse. dejando el espacio que antes se ocupaba, libre para las nuevas generaciones que, invariablemente, enfrentarán en su momento, el mismo desenlace.
Sí. La película me impactó porque, desde mi pequeño mundo de la televisión local sucede lo mismo: es difícil sostenerse o consolidarse en el ámbito de lo desechable. Hay que esforzarse al triple para sostenerse en el péndulo del tiempo. Hay que encontrar la manera de dar algo más, algo distinto, algo más atractivo que la juventud, más hermoso que la belleza y más cautivador que la sensualidad…y eso, no es fácil para nadie.
Se habla con frecuencia de “envejecer con gracia”, pero nada gracioso hay en el proceso que se convierte en un verdadero reto existencial… Se requiere de mucha valentía y dignidad; fortalezas que se adquieren solo cuando somos capaces de reconocernos y aceptarnos a nosotros mismos dentro del tiempo y el espacio que
ocupamos aquí y ahora; porque al final, “todo por servir se acaba.”