Sobra decir que no soy crítica de teatro, pero en el análisis de temas sociales, tengo en mi haber alguna experiencia; así que esa es mi perspectiva para este texto. Anoche fui al Teatro Nena delgado donde se presentó la puesta en escena de “Más cabritas que bonitas” original y dirigida por Pablo Morton acompañado de un elenco de cuatro mujeres, distintas, bonitas y luchonas: Me refiero a Elsa Verónica Cavazos, Adriana Diaz, Lorena Cortina (Lore Lore) y Sylvia Ibarra (la Chivis). La puesta en escena se entreteje con coreografías de baile y canciones interpretadas por el mismo Pablo Morton caracterizado como Velia Treviño, quien -por cierto- me sorprendió por su excelente voz.
Evidentemente, la puesta en escena de “Más cabritas que bonitas” tiene una clara orientación feminista. Y, aunque está muy lejos del discurso toral de las feministas radicales que se ocupan de temas mucho más extremos en relación a la discriminación y la violencia de género y otros asuntos más sórdidos; hay que reconocer que el contenido de esta puesta en escena cubre y cumple, de manera ligera, picaresca y divertida con un propósito fundamental: la prevención y el encuentro de las mujeres con su identidad femenina en el contexto social actual.
Aunque en primera instancia, los diálogos parezcan superficiales y graciosos, lejos de meras “actuaciones”, el público se encuentra con verdaderos testimonios de vida de cuatro mujeres que han enfrentado el reto de convertir sus vivencias en experiencias y las adversidades en lecciones. La elección de pareja, la sexualidad, el desarrollo profesional, la maternidad, la independencia o autosuficiencia económica, la dignidad, la reconciliación con la identidad femenina, y las fortalezas y debilidades de las mujeres como seres humanos.
Definitivamente, esta puesta en escena ofrece una herramienta preventiva que, si uno pone atención, puede ayudar a prevenir el sufrimiento y el drama de la condición femenina en el que muchas mujeres hemos sido parte. La narrativa invita a las mujeres a conocerse a sí mismas en primera instancia, a saber quién somos, qué queremos, a dónde vamos, y con quién queremos compartir y gozar la vida…y sobre todo: bajo qué términos.
En conclusión, nos llevamos la idea de que ser “cabrona” (o “cabrita”) no es ser una mujer mala, dura, amargada…sino que es ser una mujer dueña de sí misma, cuya dignidad no es negociable y quien, por ende, asume la responsabilidad de sus decisiones y elecciones personales. Pablo Morton ofrece una propuesta para la mujer que se asimila, se acepta, se cuida, se quiere, se conoce, se supera se hace generadora de su propia felicidad y realización. así, se empodera.
Vale la pena ver esta puesta en escena, no solo para apoyar al teatro regiomontano, sino porque nos deja esa agradable sensación de que ser mujer no es tragedia. Que ser mujer se vive y se goza a plena conciencia.