No batallaba para levantarse all days (todos los días). “Ya me faltan dos horas para ir a abrir” decía, cuando estaba en una reunión, contando las horas para ir al trabajo. Y es que llegar a la panadería La Superior a las 4:00 de la mañana era normal para don Chuy, Jesús Montemayor González.
Un baño rápido de cold water (agua fría) era suficiente para alistarse media hora antes, no sin antes ponerse loción y gel en el pelo con algo de limón.
Llegaba tempra al negocio que todavía está en Ruperto Martínez y Guerrero, y preparaba su café con leche en vaso de vidrio que te quemaba las manos.
Luego a sacar en charolas las conchas, marranitos, campechanas, quequitos, semitas y la varieda’ de pan dulce para ponerlas en el despacho.
Una muchedumbre se abalanzaba por el francés calientito. Torteros sobre todo y clientes de mayoreo.
“Buenos días” les decía a todos los que entraban. Don Chuy fue el dueño del negocio, junto con Don Pilar quien lo invitó a impulsarlo, pues sabía que el oriundo de Higueras, Nuevo León, era buen chambeador: lavaplatos, repartidor de pan, una persona confiable y bien retehonesta.
Con pantalones holgados y zapatos boleados, olía a perfume cuando llegaba al negocio que supo mantener la fama de las margaritas (pan de hamburguesa) de la que era la segunda panadería regia, pues la primera fue El Nopal.
De ahí de Higueras, pegadito a Marín y cercas de Zuazua, íbamos todos los domingos a la casa donde nació por la calle de Escobedo. Era la tierra de su orgullo donde aprendió a ganar los primeros pesos, haciéndole mandados a los abuelos en la tiendita de la plaza.
Ir al pueblo de la leche quemada, que ahorita vas y se nota muy solo, era ir a descansar como recorrer la loma de la Cruz, las calles sin pavimentar, en una época que sólo se veían dos canales de televisión en blanco y negro, si es que se alcanzaban a sintonizar.
Don Chuy se fue de (teenager) adolescente a Monterrey, junto con su hermano Toribio, quien falleció en un clavado en la alberca del Círculo Mercantil, por sufrir un calambre que lo descontroló y no pudo subir, por un infarto que sufrió. Fue una espinita que nunca se pudo sacar, quedó en su memoria la imagen del hermano quien por cierto pintaba pa’ cura.
Luego se llevó a Lupito y a Lalo pa’ trabajar primero de meseros y después en la dulcería y los abarrotes de La Superior por muchos años.
Papá nos enseñó a combinar los estudios con el trabajo, un poco sin decirnos pa’ hacernos gente güena y responsable.
“Lo que tú hagas, hazlo pero bien, con ganas”, decía, siempre preocupado por apoyar a sus hijos, con el apoyo por mi ‘amá doña Esther, su brazo derecho y a quien conoció cuando era repartidor de pan.
Como dice Rosa María “un padre es un padre”, porque siempre estuvo al tanto de sus güerquillos.
Recuerdo ir a la cafetería Al o al Manolín, donde acostumbraba pedir unas entomatadas o envueltos de pollo, que era lo que más disfrutaba.
También los viajes al interior con todos los güercos, en su carro Mercedes donde íbamos como sardinas, todos seis hijos se sabían comportar… y también comían mucho.
En uno de esos por Matehuala, ordenó al centro y no pidió nada, porque siempre sobraba comida con tanto plato, pues así desapareció un montón de quesadillas como por arte de magia sin alcanzar una sola.
También nos llevaba a las (pools) albercas de El Álamo, rumbo a Villa de Santiago y nos pasábamos horas y horas en la alberca, siempre con la advertencia de no ahogarnos como ocurrió tristemente al tío Toribio.
Fueron muchas tardes y cientos de fotos las que nos tomaba, con belices llenos que quedaron como recuerdos en álbums de entonces.
Tocaba las Mañanitas en la armónica, un detalle que siempre sorprendía a sus hijos.
No puedo dejar de mencionar las idas a McAllen. Gustaba pedir en Lubys hígado encebollado y de postre un lemon pay (pay de limón) con su cafecito con leche.
Siempre el regreso venía con el temor de que los aduanales le quitaran las cosas.
“Qué bárbara vieja, compraron mucho”, venía el carro bien cargado, no sin antes terminar con un “y yo, ni un par de calcetines me compré”.
En este Día del Padre te doy las gracias por tus consejos y el ejemplo que nos diste. Ese era mi apá don Chuy.
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