Nuestra ciudad ha cambiado notoriamente, se ha transformado de una tranquila y bullanguera ciudad en una metrópoli; se encuentran seres de todas las razas, colores, lenguas y condiciones sociales.
El impulso de las maquiladoras creó una importación voluntaria de seres de los más disímbolos, con estrategias de juego, pensamiento y sentimientos diferentes.
Algunos más acudieron al ver el progreso que la ciudad presentaba, los más a en busca de un futuro halagüeño y prometedor, para crear una familia, dentro de los conceptos educativos y familiares que nos han inculcado, más como siempre ocurre, el pero, no todos vinieron por ello, otros para poder “agandallarse “ ser los amos del hampa local y buscar ser los Zares del vicio regional.
Hasta ahí todo marchaba bien, pero la ambición, la canija ambición del que quiso un plato más y no se conformó con lo que tenía, así comenzó el desorden y el hampa y el crimen organizado, dejó de estarlo.
Las luchas intestinas han sido la causa del terror y violencia que vivimos, los ciudadanos estamos hartos de tanto desorden, en luchas intestinas, mientras policías federales los contemplan, viendo como se matan entre ellos, muchos son extranjeros, centroamericanos y hasta norteamericanos.
Pero el terror y la inseguridad crecen y distorsionan una sociedad hecha para el trabajo y la prosperidad, no para el robo, asesinato, violencia y narcotráfico.
Como menciono en el título de este escrito, transformados en verdaderos animales que se comen unos a otros, en un “Sálvese el que pueda”. Que no conduce sino a la extinción, los gobiernos federales y los Estados, hacen una alharaca fenomenal cuando un pueblo se inunda, y mueren dos o tres parroquianos.
En el norte hay 50 mil muertos y 35 mil desaparecidos, suman 85 mil humanos muertos en esta vorágine de poder o tal vez por el no poder, verdaderas bestias dignas de la mitología griega, mentes tergiversadas por las drogas y el vicio, donde la destrucción es su objetivo principal.
Viajar por una carretera nacional de paga o libre es jugársela literalmente, lo mismo ocurre con los peatones cada vez más escasos que se arriesgan a transitar pos aceras y calles citadinas, estamos como presos, nos sentimos como presos, NOS HAN ROBADO LA LIBERTAD y aún no respondemos somos como digo bestias dóciles, sumisas, rastreras sin principios guiados solo por el instinto de la supervivencia, nosotros somos más que los malos y cedemos, juntos tenemos más poder y lo entregamos cobardemente.
Tal vez merezcamos seguir siendo parte del zoológico de la ciudad entre rejas.
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