Para crear se necesita enfoque, espacio, talento y sobre todo tiempo, y para poder obtener éste último implica salir del sistema económico en el que vivimos, que para ser sinceros es la decisión más complicada con la que lidia el artista, ya que el no contar con un ingreso fijo crea un estado de ansiedad por el temor a quedarse sin alimento y morirse de hambre.
Escribir es gratis, sólo roba tiempo, pero en realidad es todo lo contrario. ¿Cómo no va a valer oro un recurso que se le tiene que arrebatar a la rutina diaria?, explica la escritora costarricense Dorelia Barahona, quien invierte en su educación individual, lectura, maestros, e investigación que le llevó tres años para su última novela “La ruta de las esferas” (2015), que pudo lograr gracias una beca que le otorgó de premio una empresa privada.
La exitosa autora afirma que en el caso de la creación literaria se tiene que pagar por la “educación invisible” que consiste en costearse libros y talleres; además que el hacer tiempo implica dejar de lado otras actividades, como invertir en una empleada doméstica para poder trabajar en sus obras.
“El sistema confabula para que la gente no piense en otra cosa que no sea en comer y para crear se necesita ocio. En un sistema que te tiene en un estado de ansiedad por la cuestión laboral, ¿en qué momento vas a tener ocio necesario para sentarte a escribir?”, manifiesta Tatiana Lobo, autora de la novela “Asalto al paraíso”, que escribió la obra después de perder su trabajo en el sector público.
Lobo y Barahona coinciden en que entre el trabajo, la vida en pareja y las tareas domésticas, a las mujeres se les complica para tener pensamientos propios, además que a las niñas se les educa a preferir los retos emocionales a los intelectuales.
El escritor y poeta alemán Charles Buckowsky, autor de obras del género realismo sucio, asegura que si tienes un trabajo de ocho horas, recibes 55 centavos la hora y, si te quedas en casa, no vas a recibir ningún dinero, pero vas a tener tiempo para escribir cosas en papel.
Buckowsky fue empleado de una oficina de correos hasta los 49 años cuando recibió una beca de 100 dólares de por vida que le ofreció el editor John Martin, de Black Sparrow Press, para que se dedicara a escribir desde su casa.
“Soy unas de esas rarezas del siglo que sí murió de hambre por su arte. Yo me morí de hambre para tener un día de 24 horas sin interrupciones de otras personas. Renuncié a todo. Era un loco, era dedicado”, señala Bukowsky.
Continúa diciendo que la dedicación sin talento es algo inútil, además todos creen tener talento, pero en realidad no puedes saber si eres o no el elegido, y debes sólo tirar una moneda al aire y decidir si dedicarte a crear o incorporarte a las ocho horas.
Silvio Rodríguez, el cantautor cubano, ha manifestado en repetidas entrevistas que gracias al tiempo de ocio que tuvo en su niñez y juventud, es que logró componer un sinnúmero de melodías con las que hoy cuenta su repertorio.
“El ocio es necesario para poder reflexionar sobre la vida y yo tuve mucho tiempo libre en el cual tomaba mi guitarra y escribía canciones”, expresa Rodríguez en un documental que habla sobre su vida.
Novecientas diez pinturas y mil 100 dibujos produjo Vincent Van Gogh sin un peso en la bolsa; vivía sólo con lo que le enviaba su hermano Theo, quien trabajaba en una galería de arte donde no lograba vender las obras de Vincent por ser distintas y no encajar con las de su época.
De la correspondencia que escribe Vincent a Theo se hizo un libro. Gracias a él Vincent puede dar su propia versión de la historia, por ejemplo: explicar que sólo daba una comida al día para poder comprar pinceles y así desarrollar su mayor pasión que era la pintura.
En 1962 Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes se conocieron cuando ambos escribían guiones para películas mexicanas, justo antes de la obra Cien años de Soledad. Y esa primavera echados en el césped Gabo cuestionó a Fuentes: “Fotacho, ¿qué vamos a hacer?, ¿salvar al cine mexicano o escribir nuestras novelas?, comentó Fuentes.
Fue en el año de 1966 cuando García Márquez dejó sus empleos y pidió a su mujer Mercedes Barcha para que llenara el refrigerador, echó el candado a su casa y se concentró en escribir su proyecto ganador del Premio Novel de literatura en 1982, el cual tomó diecisiete años en madurar y catorce meses en escribirse.
El artista de cualquier disciplina, por la determinación de dedicar horas frente a su obra, pude olvidarse o posponer todo. Sin embargo, en un momento se detiene para darse cuenta que hay una realidad que lo acompaña en donde debe contar con techo, servicios, alimento, vestido, entre otras necesidades que aporta el mismo sistema y es ahí donde se define su temple, para tomar la decisión si seguir en su sueño… o despertar a la realidad.