Al pie del andamio y al pie de la lucha, con la convicción inmutable de un soldado al frente de la batalla, aún después de que culminó la Revolución Mexicana nacen los muralistas.
Los artistas, hijos de México entrenados en Europa regresan por un llamado del político e intelectual José Vasconcelos, para plasmar ideas posrevolucionarias, educar a las masas, darles entendimiento, empoderar indígenas, obreros y campesinos.
Es así que también surgen de los pinceles las protestas por la desigualdad de clases.
A diferencia de antes de que surgiera la época renacentista, los artistas pintaron en catedrales e iglesias con temas sacros para los que se les pagaba como un trabajo de artesano de oficio en plazo determinado;, con los muralistas mexicanos era distinto, pertenecían a una élite de jóvenes intelectuales educados en el extranjero que, apoyados por el mismo gobierno, tuvieron una total libertad para exponer temas sociales que aquejaban a la población post revolucionaria de un México denominado como nuevo que se encontraba ante un fenómeno artístico histórico que tendría eco a nivel internacional, mediante el cual pudieron lucir su técnica y temática personal y era ellos quienes se apuraban en concluir los trabajos.
Los muralistas tenían una misión en común que era educar por medio de su pintura, lo cual no fue tarea fácil, pues habría que realizar obras de gran formato en grandes paredes públicas para que la gente tuviera la información a la vista y así se entendiera de temas políticos actuales en donde se resaltaba principalmente la mexicanidad.
El favorito del entonces Ministro de Educación, José Vasconcelos, fue Diego Rivera a quien le dio acceso a distintos espacios para elaborar “monotes”, como les nombró a las figuras humanas de los trabajos de Rivera a los que dedicaba más de dieciocho horas, con los cuales pretendía salvar a México mediante mensajes de progreso y de paz.
Humilde e inteligente, hedonista y carismático, Diego Rivera siempre empático con las necesidades de los que menos tenían se expresó así de un presente nuevo que mostraba una realidad llena de carencias: “Ya me parece suficiente castigo tener que aguantar las molestias del ciudadano compañero con el que nos ha tocado vivir en este mundo: el lugar más mal hecho capaz de concebir”.
En la aportación que hizo Diego Rivera mediante sus composiciones pictóricas se muestra la estética humana armonizando con la naturaleza, los avances tecnológicos y científicos.
Tantas horas de trabajo dejaron en Diego una amplia experiencia, por lo que llegó a manifestar: “He llegado a pintar con la misma naturalidad con la que hablaba, respiraba y sudaba”.
El pintor David Alfaro Siqueiros regresa de Europa, obligado para que se una al grupo a pintar paredes después de que Vasconcelos, quien le diera una beca y un cargo diplomático, le quitara los beneficios.
Al integrarse al grupo de artistas, quienes se autonombraban “obreros técnicos de pintores y escultores”, aportó su visión experimental e innovadora, aplicando en ella principios de arquitectura, mediante su perspectiva poligonal, para dar una mirada dinámica que sería la visión a través de una cámara de cine.
También se adhiere al grupo José Clemente Orozco que regresó de Estados Unidos.
Al igual que Rivera, Orozco quería entregar su arte al pueblo, además simpatizaba con la ideología política de izquierda, pero en cuanto a su colaboración se destacan los temas de valores universales del hombre en su condición apolítica, además deja de lado el nacionalismo, resalta la libertad del hombre ante la religión y las ideologías.