El poder es como el Vodka…no se siente la infame embriaguez hasta que ya es muy tarde; la borrachera pega de golpe y la resaca es infernal. Vladimir Putin tiene ya 22 años en el poder contando su interinato. Como presidente de Rusia tiene 20 años ocupando el cargo.
En mi percepción “occidentalizada” de su personalidad, durante ese tiempo yo lo veía como uno de los líderes más brillantes del mundo en los últimos tiempos: poseedor de una inteligencia que raya en la genialidad. Más picudo y más filoso que un cuchillo, un hombre de acero…El “Súperman” ruso: “Más rápido que una bala, más fuerte que una locomotora, el Hombre de Acero ruso era el superhéroe más poderoso de la Tierra”-pensaba yo, y lo admiraba. Increíblemente poderoso sin ser considerado un dictador o un fascista, Vladimir Putin gobernaba Rusia de tal forma que indudablemente hasta los estadounidenses soñarían con tener un presidente con esas características: impecable, agudo, audaz, eficiente, discreto, preciso, conciso y macizo…una máquina política capaz de provocar admiración y temor, confianza en los propios y respeto en los ajenos…un icono maquiavélico, un ajedrecista político.
Durante su trayectoria, Putin iba hilvanando día con día una biografía para la historia. Una historia impresionante de poder y gloria, de fuerza, carácter y determinación, que ante los ojos del mundo volvía a colocar a Rusia en la categoría de un país atractivo, interesante, prometedor, fuerte, reivindicado y próspero. ¿Qué #$&%$# le pasó a Putin? ¿Por qué actuó como si se hubiera emborrachado con una botella de vodka chafo del Oxxo para luego hacer un “Oso Negro”? ¿Por qué decidió “defecar” sobre su propia historia y reputación y vomitar sobre Ucrania? ¿Por qué decidió convertirse en el hombre más odiado y despreciado del mundo y llevarse entre las patas a su país provocando eso que ahora llaman la “rusofobia”? ¿Por qué optó por esa invasión abusiva y ventajista sobre el pueblo de Ucrania al que ahora todos perciben como una nación mártir y víctima de la soberbia y la locura y que se ha ganado el apoyo moral y expreso, así como la compasión de la comunidad internacional a la que tiene en vilo.
Vladimir Putin, el otrora líder brillante y sagaz poseedor de una portentosa inteligencia que lo hacía merecedor de toda admiración, es percibido como un orate, un loco peligroso, como un “bully” violento y desmedido generador de conflictos catastróficos. Un maldito ¡Qué manera estúpida de escribir el último capítulo de su biografía, llevándolo a formar parte de la liste de los líderes más despreciados de la historia, los peores villanos de la humanidad, junto con Adolf Hitler, Benito Mussolini, Osama Bin Laden, Saddam Hussein, Iósif Stalin, su tocayo Vladimir Lennin o Genghis Khan! Un corolario cubierto de su propio excremento y embarrando con ello a su propio país. ¡Qué oso! ¡Qué Oso Negro! A Rusia le quedará la cruda de esta guerra para la posteridad y Putin, pasará a la historia como un borracho de poder.