San Luis Potosí.-
Ese pequeño trozo de tela logró lo que los futbolistas potosinos no. Ahí, frente al banderín que marca la zona de saque de esquina, Christian Benítez detuvo su feroz carrera. Había llegado el momento de celebrar.
Indomable corcel que guió al América a su segunda victoria del Clausura 2012. Tan inobjetable como lo dice el 3-1 que colgó de las marquesinas, tan sencillo como el delantero ecuatoriano lo quiso.
Las Águilas mantienen el invicto y ven al resto por debajo de sus alas. Ocupan el primer sitio general y la única forma de que lo pierdan es que este día haya ganador en el Tijuana-Santos.
El vértigo que los locales buscaron imponer desde el silbatazo inicial del árbitro Óscar Macías terminó en cuanto el Chucho se decidió a marcar diferencia.
Muslos de ébano, tonificados, en los que emana la potencia de un hombre que resultó incontrolable para la zaga del San Luis. René Isidoro García probó de todo: línea de cuatro defensas, tres centrales, doble marca personal… Nada surtió efecto. El ariete sudamericano derrumbó cualquier tipo de muralla que le fue puesta. Se robó las miradas.
Potencia y velocidad, combinación que provocó el éxtasis de Miguel Herrera. No fue otro dominio infructuoso. Sus Águilas sí llevaron al marcador ese conjuro elaborado con rapidez e inteligencia.
Junto a su auxiliar Santiago Baños, el Piojo desahogó furia en cada celebración. Las mentadas fueron inevitables, pero no importaron al estratega, quien recobró lucidez tras ser reprendido por el cuarto silbante.
Tranquilidad fuera del lienzo verde e intensidad dentro. Christian Bermúdez y Daniel Monenegro cumplieron su función de escuderos, al igual que Paul Aguilar y Óscar Rojas. Junto a Benítez, conformaron una quinteta explosiva, capaz de dar certeza a un pueblo ávido de realidades, cansado de quimeras.
Los dos talentosos volantes generaron espacios con y sin balón, siempre alertas para dar el pase quirúrgico, ese que hiere al adversario.
Chucho les ha aprendido bastante. Lo demostró con aquel servicio a Rosinei Adolfo, cuya definición hizo recordar que es brasileño, por más que lo suyo esté en la trinchera.
Su delicado toque dejó indefenso al desesperado Óscar Pérez. Segundo tanto del sudamericano en el futbol mexicano. Ambos contra el “hermano menor”, cuya valentía murió con el gol. Jugada que dividió el encuentro en dos partes.
Los locales dejaron de ser atrevidos, irreverentes; los azulcrema, ayer con su peculiar camiseta blanca, gobernaron el balón… Y en la batalla de sentimientos.
Benítez se internó en el área potosina por enésima vez. Jesús Chávez no tuvo de otra más que derribarlo. Claro penalti que le ofrecía la oportunidad de redimirse.
El Rolfi se acercó para solicitarle ser el ejecutor, pero el desbocado corcel anhelaba exorcizar todos sus fantasmas. Vencer al Conejo (35’) representó fulminar su racha de tres penaltis errados en fila.
Velada perfecta, hasta para el regreso del “villano favorito” del pueblo azulcrema. La ventaja y el cansancio del Hobbit, quien continúa sin estar en su mejor forma física, propició la entrada de Miguel Layún. No jugaba desde el 8 de mayo.
Detalle casi imperceptible en la noche del corcel ecuatoriano, ese que sólo se frenó ante la delicadeza de un banderín.
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