México, D.F.-
Cuando Joachim Löw volteó hacia los futbolistas que calentaban, los pequeños ojos de Mario Götze estaban postrados sobre él.
El habilidoso jugador del Bayern Munich estaba convencido de que era el momento de cumplir aquella promesa realizada hace cuatro años, cuando —frente a un televisor— lloró la derrota de Alemania frente a España (0-1), en las semifinales de Sudáfrica 2010.
Ya había debutado con el Borussia Dortmund, pero su inexperiencia y juventud (17 años) impidieron que estuviera en la lista de la Mannschaft. Se juró que integraría el plantel germano en Brasil 2014 y sería clave en la consecución del cuarto título mundial en la historia de los teutones.
Sólo Miroslav Klose, el máximo anotador en la historia de los Mundiales (16 goles), conocía la historia. Es por eso que le tomó la cara cuando el entrenador alemán decidió sustituirlo con el joven hechicero.
Estaba convencido de que había llegado su momento, por lo que le exigió cumplir la promesa.
Llegó al gigante sudamericano con toda la confianza de Löw, mas la perdió tras el desastroso primer tiempo en el duelo de octavos de final, ante Argelia.
Chico con gran talento y esa mentalidad copyright de los hoy tetracampeones del orbe, capaz de desempeñarse en el eje del ataque o dentro de la zona de creación.
Sus 176 centímetros de estatura le permitirían ser un futbolista promedio en muchas selecciones, no si se trata de la alemana. Es uno de los integrantes más bajitos, junto al capitán Philipp Lahm (1.70 metros) y Mesut Özil (1.81 metros).
Jamás ha sido impedimento para él. Por eso, no dudó en colocarse como referencia ofensiva y provocar que André Schürrle se tirara hacia las bandas en busca de balones, pese a ser un ariete natural.
Fue así como nació la jugada que catapultó a la Mannschaft hacia la gloria. Tan menudito como veloz y escurridizo, Götze se metió entre Martín Demichelis y Ezequiel Garay. Los defensas centrales argentinos intentaron reaccionar. Muy tarde. Ambos también quedaron boquiabiertos con la mágica definición de un chico que imaginó tantas veces el momento que sabía perfectamente lo que haría tras estremecer las redes del estadio Maracaná.
Gritó su obra maestra, se dejó abrazar por sus compañeros y levantó los brazos mientras caminó hacia la mitad del campo germana.
No fue una burda imitación de los varios futbolistas que celebran de esa manera. Lo del hoy héroe fue agradecimiento hacia el Creador. Es uno de los 53 millones de alemanes que practican el cristianismo, la religión más profesada en el país.
Razón por la que no dejó de creer, ni siquiera cuando Löw le perdió confianza y le envió al banquillo.
Götze sabía que tendría la posibilidad de colocar a Alemania, junto con Italia, como la selección europea más ganadora de la historia. Lo único que necesitaba era una última pizca de fe, esa que halló en los serenos ojos de su entrenador y la voz de Klose.
Lo de Kramer, simple susto
Christoph Kramer, volante de la selección alemana que salió de la final por un fuerte golpe en la cabeza que le propinó el defensa argentino Ezequiel Garay, aseguró sentirse bien: “No recuerdo mucho, pero ahora me da igual”. Como medida precautoria, se le practicarán estudios médicos.
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