México, D.F. / Feb. 7
El chileno Jean Beausejour tiene el corazón encandilado por un balón de futbol. Y un cerrojo bien puesto en el baúl de sus recuerdos.
Discreto con su vida personal, enfocado en metas inmediatas, amante de los caballos, deja entrever en su cabello motudo y su piel de color una historia que se niega a compartir.
“Yo sólo hablo de futbol”, repite cuando se le pregunta alguna pista que deje ver al hombre que hay detrás del futbolista.
Jean es hijo de un haitiano que llegó a los 19 años a Chile para estudiar medicina, y de madre chilena, Viviana, quien es descendiente de mapuche.
De su progenitor no supo nada y ni siquiera conoce Haití. Fue junto a su mamá y sus abuelos, Lorenza y Andrés, donde Beausejour conoció las alegrías de la vida, sus sinsabores, el coraje y la valentía para destacar en el campo de juego.
“Tengo una mezcla de razas muy potente, pero no creo que eso me haga distinto a los demás. Somos todos iguales”, comentó alguna vez a un diario andino.
Pero hoy se niega a hablar. “Eso prefiero guardármelo en el archivo personal”, dice el llamado Bose, quien es padre de un niño.
De la mano de su abuela Lorenza, destilando emoción por el barrio de Estación Central, Jean, aún un pequeño de nueve años, fue a probar suerte en El Sauzal. Ahí le dijeron que no servía.
Años más tarde, siendo ya un joven y tras su paso por Universidad Católica (donde debutó), Universidad de Concepción, sus llamados a la Sub 23 y a la selección chilena mayor, llegó al Servette de Suiza.
El equipo europeo quebró, le dejó de pagar sueldo tres meses y Jean tuvo que apretarse de más el cinturón para sobrevivir.
Pero ni una de estas penurias logró tumbar al hoy jugador del América.
“He gozado, más que sufrido, el futbol. Soy afortunado por hacer lo que me gusta, lo demás son vaivenes que tiene la profesión”, comenta en el nido de Coapa.
“Faltó que el club tuviera las condiciones básicas, no fue un tema futbolístico, en ese aspecto me fue muy bien, jugué Copa UEFA, por eso tuve la oportunidad de regresar a Bélgica”, relata Bose.
Sobre si le gustaría convertirse en un referente americanista, como lo es el también chileno Carlos Reinoso, Jean señaló que eso le queda muy alto.
“Esas son palabras mayores. Él (Reinoso) marcó un hito acá en la institución; yo voy de a poco, no pienso mucho en el futuro. Mi objetivo primordial es el partido que sigue”.
– ¿Te gustaría ser ídolo?
– Para serlo, tengo que conseguir un montón de cosas, no pienso en eso porque estoy súper enfocado en lo inmediato.
Mientras, Beausejour lucha por tener buenas actuaciones en la cancha, donde destaca por su capacidad de repartir balones al área.
“Yo me caracterizo por ser un jugador que va a la línea de fondo, no tengo tanto gol y las deficiencias las trato de suplir con otra cosa”.
La pasión oculta de Jean Beausejour es por los caballos. Cuando militaba en la Universidad de Concepción todos los martes, junto con Valdivia, Fernando Solís, Víctor Fuentes y Marco Olea, eran clientes fijos en el casino de propietarios del Club Hípico de Concepción.
Junto con Olea, compró la potranca Arte Florencia, que animaba las competencias de menor nivel.