Reynosa, Tam.-
El pueblo mexicano, el que gusta de escuchar las canciones más populares, el que hace que un artista surja y brille con luz propia, como una estrella, ha sufrido la pérdida de tres inolvidables: Jorge Negrete, Pedro Infante y Javier Solís.
“Tres estrellas en el cielo”, era el título de un programa radiofónico de la década de los sesenta.
La memoria colectiva no los olvida y sus voces vivirán por siempre en el alma de la gente.
Era el día 5 de diciembre de 1953, cuando en las pantallas de los cines apareció en letras grandes la frase: “Jorge Negrete ha muerto”.
“El Charro Cantor”, quien desde hacía varios días estaba internado en el Hospital Cedros del Líbano, en la Capital del País, murió de cirrosis hepática y México lloró su pérdida.
Algo muy similar ocurrió tan solo cuatro años después.
Pedro Infante, “El Ídolo de Guamúchil”, se había ganado el cariño de millones de personas a lo largo y ancho del País, gracias a su gran carisma y su modulada voz.
El martes 16 de abril de 1957, perdió la vida cuando copiloteaba un avión de su propiedad, en la ciudad de Mérida, Yucatán.
A sus 39 años de edad, se había convertido en el ídolo más querido y en un digno sucesor de Jorge Negrete.
Por segunda vez, el pueblo de México se sintió huérfano.
En aquel año, un cantante popular empezaba a repuntar en algunos escenarios del país.
Gabriel Siria Levario, que después sería conocido como Javier Solís, quería ser como su ídolo, Pedro Infante. Y en varios sentidos pudo alcanzar el mismo nivel que sus dos antecesores.
Luego de una corta, pero brillante carrera, “El Rey del Bolero Ranchero” falleció a los 34 años por una operación de vesícula mal atendida.
Tres estrellas que se apagaron y dejaron en la penumbra a todo un pueblo que aún sigue buscando a su sucesor. (Con información de Jesús Rivera)