“¿A poco ganamos…? No sabía, no me habían avisado”. Sin saber que por el veredicto emitido a su favor por la Suprema Corte de Justicia de la Nación ya es conocido en todo el país, Raúl se sorprende al saber la resolución.
“A ver si no me dan cuello”, bromea nervioso, sin imaginar el alcance que tendrá para Wal-Mart de México la disposición que pone en riesgo a la cadena para ser demandada por sus más de 100 mil empleados y que ganen.
Afuera de una humilde vivienda en este poblado rural, ubicado a 70 kilómetros de la ciudad de Chihuahua, el joven jornalero no podría personificar de mejor manera la acepción de la Corte, al comparar a la poderosa cadena de supermercados con las tiendas de raya de principios del siglo pasado, que obligaban a sus peones a comprar en las tiendas de las haciendas en donde trabajaban.
“Ahora soy jornalero, trabajo en los ranchos de por acá cortando calabacitas”.
Por seis años fue asociado de Wal-Mart en el departamento de frutas y verduras; la propia transnacional buscó empleados para trabajar en la comunidad de 400 habitantes.
Durante el tiempo que laboró le descontaron cada quincena 400 pesos por concepto de “Despensa”.
Raúl Ávila Andujo piensa que era una buena prestación. “Pues mire, legalmente…, como no sabe uno de leyes, uno lo ve normal; si fuera uno conocedor de leyes, lo vería de otra manera, pero pues, nada más lo que sabe uno”.
Así, le parecía correcto cada semana comprar todo lo necesario para su hogar en Wal-Mart Juventud, primera tienda de la cadena en Chihuahua.
Relata que todos los días “un camión iba y venía por nosotros. Ellos nos lo ofrecieron. Yo entraba a las tres de la tarde y salía a las 11 de la noche, de aquí a la tienda hacíamos como una hora y 20 de puro traslado.
En 2006, la empresa comenzó a liquidar a sus empleados de La Villita, hasta que sólo quedaron cuatro. A estos últimos no se les despidió, sólo se les dijo que el servicio de transporte quedaba suspendido, “Pos nomás nos dijeron: el trabajo ahí está, pero vénganse como puedan. Fue lo mismo que nos despidieran, ¿cómo le íbamos a hacer?”.
A sus 36 años y sólo con estudios de secundaria, agrega: “¡No se nos hizo justo, después de tanto tiempo y de repente así nomás, casi, casi: váyanse!
“Entonces fue cuando decidimos demandar, pero creímos que todo iba a ser aquí, no allá en Conciliación y Arbitraje de México”. El caso llegó hasta la Suprema Corte de Justicia.
Un año ocho meses después de interponer la demanda en la Junta Local de Chihuahua, el máximo tribunal del país resolvió a su favor.
“Pues ojalá que esto sirva a otra gente, si lo que ellos (Wal-Mart) hacen está mal, entonces los demás deben exigir que les arreglen. Si lo de los vales viola la ley, que lo quiten o que lo hagan como debe ser”.
Raúl afirma que en todo momento recibió buen trato de sus superiores: “Los jefes siempre se portaron bien. Ellos también son empleados, son las empresas las que tienen sus políticas y los jefes tienen que aplicarlas”.
Mientras conversa repara una vieja camioneta que compró hace tres días. Con las manos llenas de aceite, voltea a ver a su hija, la mayor de tres. “Con el dinero que reciba voy a comprar una casita, esta es de renta, les voy a poder dejar algo a los niños, para eso trabaja uno”.
Todavía sorprendido por el fallo agrega: “No me gusta la ciudad, aquí me tocó vivir, mejor aquí me quedo, no tengo nada que hacer en Chihuahua”.
Como asociado de Wal-Mart tenía un sueldo diario de 142 pesos, pero con los salarios caídos, proporcionales de vacaciones, aguinaldo, y otros rubros, podría recibir por lo menos medio millón, aunque para él, “con que salga para la casita y dejar un ahorro, es suficiente”.
Discussion about this post