Oye, esa también es artista ¿o no?” Claro que es artista, se llama Mary Boquitas. “¿A poco? No la conozco. Tómame una foto con ella”.
No sólo se tomó la foto sino que también le dio un beso en el cachete mientras Carmelita Salinas explicaba maternal: “Miren que bonito, es parte del folclor mexicano”.
En efecto, la marcha se tornó “folclórica” en el cruce de Reforma e Insurgentes donde cantantes, bailarines y actores eran interceptados por improvisados estudios de televisión que les pedían una entrevista para transmitir en vivo. De paso, la gente les pedía autógrafos, fotos y besos.
Algunos ponían su mejor sonrisa pero otros renegaban de la fama. “Yo no soy un artista -dijo la bailarina y modelo Paola Durante- soy una simple ciudadana. Estoy aquí porque me entreno en uno de los gimnasios de la familia Martí pero en este momento no soy una artista”. No hubo más remedio que creerle.
En cambio, Alex Kafie, conductor de programas de chismes, caminó del brazo de Isabel Wallace. Se notaba orgulloso, con el pecho inflamado: “Marcho porque soy mexicano”. Marchaba con la familia Wallace porque “conozco a la señora través de la televisión”.
Laura Zapata, víctima de secuestro, incluso cosechó aplausos y porras cuando dijo desde lo alto del camellón: “Alto al derramamiento de sangre, basta al raterío de estos malditos gobernantes que nos tienen en la indefensión y que han clavado el puñal del dolor en el corazón de la familia mexicana”. Y comenzó a llorar mientras la gente le gritaba “¡Bravo Laura, bravo!”.
Ese tono irritado, harto, de Zapata prevaleció a lo largo de la marcha. Ya sobre la calle de Madero, un grupo de mujeres descubrió que había una valla de policías a lo largo de ambas aceras. Desde el cruce con Eje Central y hasta llegar al Zócalo, las mujeres le gritaron a los policías en la cara: “¡Cuídanos, cuídanos, cuídanos!”. Cuatro adolescentes caminaban por detrás de la valla para gritarles al oído: “México seguro, México seguro”. Uno que otro policía se espantaba pero la mayoría no se sentía aldudido. Así que los adolescentes seguían con su juego convencidos de que gritarle a un policía y luego reírse de ellos ayudaba a la causa de la marcha.
Ernestina Sodi, hermana de Laura Zapata, fue elocuente al describir el sentimiento de la marcha: “Aquí estamos los mexicanos llorando por nuestro país, lamentando nuestro país”. Y si algunos lo lamentaron con gritos hacia policías, otros lo hicieron con mantas en cuyas alegorías cabía cualquier enojo: “Que nos gobiernen y juzguen las putas porque sus hijos nos han fallado”.
Una mujer leyó la manta y sentenció: “Y que a los secuestradores los hagan chicharrón”.
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