México, D.F. / Dic. 4
En el mismo escenario en el que voló la portentosa voz de Enrico Caruso, danzó la magia de Anna Pavlova, jugueteó la picardía de Joaquín Pardavé, este miércoles, en su presentación formal en sociedad como dirigente nacional del PRD, Jesús Ortega, anunció el renacimiento de su partido, renovado en el comportamiento ético, en el quehacer político, y… ya no más en el peligroso filo de la navaja entre la legalidad y la ilegalidad.
Y si un 25 de mayo de 1918, el entonces presidente Venustiano Carranza conmocionó a quienes llenaban el teatro con su inesperada asistencia para presenciar la actuación de Esperanza Iris, hoy, a muchos sorprendió la llegada de Marcelo Ebrard, quien ocupó el lugar principal en la primera fila para escuchar, aplaudir y saludar a su nuevo aliado.
Fue la toma de posición, no de posesión, de Jesús Ortega. La congregación del chuchismo empoderado.
Ahí, desde luego, Carlos Navarrete, Graco Ramírez, Guadalupe Acosta Naranjo, Ruth Zavaleta. Y como invitados la gobernadora de Zacatecas, los de Baja California Sur y Guerrero.
Ausentes del Teatro de la Ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador y los suyos. Tampoco estuvo en el discurso de Jesús Ortega. No fue mencionado su nombre en ningún momento. Ni el de Alejandro Encinas, quien estuvo cerca y lejos de ahí un poco más temprano, desayunando con el rector de la UNAM, José Narro Robles. Susana Monreal, la hermana de Ricardo, sí acudió, se acercó, habló con el recién ascendido dirigente.
Una presentación en un acto.
No se levantó el telón color burdeos. De espaldas a él, ante trescientos girasoles, vestido de negro con amarilla corbata, entre una bandera de México y otra del PRD, frente a su esposa, sus hijos, sus seguidores y los invitados, embajadores, columnistas, el legislador panista Gerardo Priego, la estrella de la función, Jesús Ortega habló durante casi una hora.
Antes, mientras él esperaba en el camerino, ya con la mayoría de los convidados dentro del teatro, nerviosos organizadores gritaban que quien no tuviera boleto no podría entrar, advertían que en unos minutos más se cerrarían las puertas.
Estaban avisados de la posibilidad, la amenaza de que fieles lopezobradoristas podrían intentar irrumpir, interrumpír, protestar, reventar el acto. No ocurrió. No llegaron. Ninguna voz incomodó.
Y sin que nadie diera la tercera llamada, una voz en off, suave, modulada, anunció: “Señoras y señores, con ustedes el presidente del Partido de la Revolución Democrática, Jesús Ortega Martínez”.
Y apareció él por el lado derecho del escenario, caminó acompañado por los aplausos. Y en el mismo lugar en el que estuvieron divas y divos, figuras del bataclán, estrellas de la opereta y la comedia, anunció el renacimiento de su partido. Y en primera fila, lo miró complacido su nuevo aliado.
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