Tuxtla Gutiérrez, Chis.-
Tres días antes de que iniciara el periodo vacacional de invierno del 2022, Paola Jazmín Ocampo Alcázar, salió presurosa de su casa rumbo la escuela primaria David Gómez, de la colonia El Magueyito, donde laboraba como intendente y recibir a los niños. Ese 7 de diciembre a las 07:30 horas, la cámara de una casa frente a la escuela, registró su entrada, pero ya no se le vio salir con vida.
Antes de las 8 de la mañana, Flory, la hermana de Paola fue al plantel para traer a su hijo que ahí estudia, al no verla en la entrada, se preocupó, por lo que decidió preguntar a los que veía en la escuela, para saber ¿dónde estaba su hermana?, pero nadie le dio razón. El director José Ángel Medrano Samayoa, aparece repentinamente y se suma a la búsqueda: “¿Dónde está Paola?”, “Es una irresponsable”.
Paola llama por teléfono a su madre, Flor Emilia Alcázar Coutiño, de 65 años, para comentarle lo sucedido. Le repite las palabras que el director ha dicho de su hermana. “¿Cómo va ser una irresponsable mi hija? Para poder salir de la escuela tuvo que pedir permiso”, responde la maestra jubilada.
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Más tarde, otro maestro llamó a María del Carmen para decir que no había rastros de su hermana Paola. María del Carmen no lo piensa más y pide a sus hermanas Gabriela, Daniela y Flory y su cuñado Antonio que la acompañen a la escuela, ubicada en la 12a Poniente Norte número 540, colonia El Magueyito, donde Paola Jazmín llevaba 13 años trabajando. A las 11:00 horas inicia la búsqueda por el plantel.
Con la ayuda de maestros e intendentes buscan en jardines, en los techos de las aulas, en los baños. Antonio se le ocurre abrir las dos cisternas. Con una vara mueve el agua, pero no encuentra nada.
La búsqueda se suspendió cuando no pudieron entrar a dos salones destinados como bodegas. Extrañamente las llaves no estaban. El director se molestó por no hallar las llaves, pero no se le ocurrió llamar a un cerrajero para abrir las puertas.
Antes de las 14:00 horas, los 400 alumnos se retiran. Los maestros y el director también se van del lugar. Las hermanas de Paola caminan a la Fiscalía Contra la Desaparición de Personas y la Cometida por Particulares, para denunciar la desaparición. La ficha que emitió la dependencia detalla que Paola fue vista por “última vez” por una de sus hermanas a las 07:30 horas del 7 de diciembre, en el fraccionamiento Moctezuma de Tuxtla.
En el tiempo que llevaba trabajando en la escuela, Paola había terminado estudios en Administración de empresas. Anhelaba encontrar su pareja, casarse y construir una casa en la colonia Nuevo Porvenir, allá por el ejido Terán, donde había comprado un terreno.
Cuando llegaba a su casa, le contaba a sus hermanas y su madre, lo que pasaba en el plantel, pero nunca habló si sufría acoso sexual de algún compañero de trabajo. “Nos hablaba de los profesores, del dinero, pero nunca nos dijo nada, tal vez para que no nos preocuparnos”, rememora Flor Emilia, maestra egresada de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, que en los años 80 tuvo plaza en la escuela primaria Belisario Domínguez, de Comitán, de donde pasó a Tuxtla. Con ella iban las cinco niñas que habían nacido en Venustiano Carranza.
A un año y tres meses del feminicidio de Paola, Flor Emilia sostiene que su hija le truncaron la vida, pero lo grave es que hasta ahora no hay ningún detenido. El caso está en poder de la Fiscalía General de la República (FGR), que atrajo la investigación. “A mi hija ya no le dejaron hacer su vida. Eso es lo que me duele”. “A veces uno dice: “A mí no me va pasar esto, ¿Por qué?, porque mi hija está trabajando. Está en la escuela, no pasa nada. Solo en la calle sucede esos casos. Nunca en mi vida pensé que eso me iba a pasar”.
El día 8 de diciembre, las hermanas de Paola y su cuñado regresaron a la escuela para continuar la búsqueda. Estaban seguros que ella estaba ahí. No había duda. La cámara del vecino no registró su salida.
Durante varios minutos recorrieron metro a metro el plantel. Quisieron hurgar en las bolsas de basura que estaban cerca de los baños, pero ya no estaban. Prosiguieron con la búsqueda y fue cuando notaron que una de las cisternas estaba cerrada con candado.
Pidieron la llave a uno de los intendentes y al abrir ahí estaba el cuerpo de Paola.
Más tarde llegaron los peritos y agentes del Ministerio Público para realizar las diligencias. Los Bomberos trabajaban para sacar el cuerpo.
El cuerpo de Paola fue trasladado al Servicio Médico Forense (Semefo) y luego a una funeraria, pero más tarde quisieron llevarla de nuevo al forense, para realizarse más estudios, para saber si Paola había sido metida a la cisterna aún con vida, asegura doña Flor Emilia. El feminicida creyó que con la búsqueda del 7 de diciembre, sus hermanas quedarían conformes. “Pensó que no la íbamos a buscar al siguiente día. Que así iba a quedar todo y que íbamos a regresar en 15 días, cuando ya mi hija estuviera toda podrida. Saber cómo iba a estar, pero Dios que es tan grande; la buscamos y fue ahí donde la encontramos al otro día”.
A partir de ese momento, la escuela fue asegurada por la Fiscalía. Al regreso de vacaciones, el plantel seguía cerrado. Los 400 tuvieron que tomar clases en otro plantel. A finales de enero del 2023. Las evidencias se perdieron. “Mi hija me la asesinaron y la asesinaron en esa escuela. Y que no se hagan tontos los maestros, porque uno de todos sabe lo que le pasó a mi hija”, afirma doña Flor Emilia.
El cuerpo de Paola Jazmín al igual que el de Debanhí Escobar, desaparecida el 22 de abril del 2022, en Monterrey y hallada en una cisterna 20 días después, fue “sembrado” en el depósito de agua la noche del 7 de diciembre o madrugada del día 8. “¿Cómo se va meter mi hija en la cisterna y ponerle candado a la tapa?”, pregunta doña Flor Emilia. “Ahorita lo que estoy buscando es justicia para mi hija. Quiero justicia. No pido más”.
—-Estefanía la estudiante de enfermería que fue a una fiesta y no regresó
A las 17:00 horas del 30 de octubre del 2022, Julieta Martínez Matías, de 47 años de edad, recibió una llama de su hija Estefanía Martínez Matías, de 22 años de edad, para decirle que sus compañeros de la tienda donde trabajaba, la habían invitado a una fiesta. “Mami, voy a ir a una fiesta”, dijo. “Sí hija, pero regresas luego”, suplicó la madre. “Sí mami, voy a ir al convivio y me regreso”, atajó la estudiante de enfermería que ya no volvió esa noche, ni la madrugada 1 de noviembre.
A las 11 de la noche, desde la comunidad Nueva Palestina, municipio de Ángel Albino Corzo, en la región Frailesca, donde había viajado para pasar las festividades de Todos santos, Julieta telefoneó a su hija, para ver si ya estaba en casa. El aparato sonaba, pero la joven no tomaba la llamada. A la media noche y madrugada, el aparato había sido apagado. “Yo ya sentía algo pues, pero… le pregunté a mi sobrino: ¿No te ha hablado Fany? No tía no me ha hablado. ¿Entonces por qué no ha llegado a la casa?”, cuestionó.
Esa madrugada del 1 de noviembre, Julieta no pudo conciliar el sueño. A las 5 de la mañana tomaba un colectivo que la llevaría a Tuxtla. Llegó a la casa que compartía con su hija, en la colonia Real del Bosque, pero no había rastros de la estudiante. Preguntó con los vecinos si la habían visto y nadie dio respuesta afirmativa.
Tenía fe de encontrar a Julieta con vida, por loque decidió buscarla en las prisiones, en hospitales. Fue a la Cruz Roja para saber si habían auxiliado a alguna muchacha en la madrugada, pero no le dieron razón. Tuxtla parecía estar desolada por el feriado de Todos santos. Fue a la Fiscalía pero estaba cerrada. Siguió buscando a su hija sin éxito. Hasta el 3 de noviembre pudo poner su denuncia ante la Fiscalía Contra la Desaparición de Personas y la Cometida por Particulares por la ausencia de su hija. En la casa donde vivía con su hija lloraba y pedía encontrar a Estefanía con vida.
El día 5 de noviembre por la mañana, Julieta recibió una llamada de la Fiscalía. Su corazón latía a prisa. Quería escuchar que le dijeran que su hija estaba viva. “Me dijo la Fiscal que era mi hija, pues… que ella la habían encontrado ya sin vida. Ella no estaba reconocible. Habían pasado cinco días. Le llovió. Le cayó agua y el animal lo empezó a comer”, recuerda.
El cuerpo que lo hallaron en la colonia Zapata, cercano a Real del Bosque, fue llevado al Servicio Médico Forense (Forense). Después partió hacia Nueva Palestina, con la ayuda económica que mandaron algunos migrantes que están en los Estados Unidos. El 10 de noviembre fue inhumado el cuerpo entre reclamos de justicia y castigo para el feminicida.
Como parte de las indagatorias, el Fiscal citó a Julita y frente al hombre con el que había salido esa noche su hija le preguntaron si lo conocía o lo había visto con anterioridad. “Señor fiscal agarre a ese muchacho, porque es la última persona que vio con vida a mi hija. Él estaba con ella. Agárrelo y deténgalo le dije”, pero el funcionario respondió: “Yo no puedo hacer eso, porque no hay pruebas todavía”, pero Julieta arremetió: “¿Cómo no va haber pruebas todavía?, si con él salió mi hija”.
Estefanía le faltaba un año para graduarse como enfermera en la Universidad Maya de Tuxtla, pero a la par de sus estudios trabajaba en una tienda de ropa de Tuxtla. Antes había entrado a laborar en un supermercado y tiendas departamentales. “Ella soñaba muchas cosas”, recuerda su madre.
Meses antes de su raptó y feminicidio, Estefanía le dijo a su madre que tenía fe de encontrar trabajo como enfermera. Deseaba ayudarla. Sus planes no era tener pareja, ni casarse. “Quería ayudarme. Quería sacarme adelante a mí, con su profesión. Deseaba que nosotras viviéramos bien, porque solo ella y yo éramos pues las que estábamos viviendo en Tuxtla”. Aunque Julieta tiene otros dos hijos, uno de 35 y otra de 21, decidió estar cerca de Estefanía.
En su declaración ante el Ministerio Público, el presunto feminicida dio tres versiones sobre la fiesta. Que el evento había sido organizado por amigos de Estefanía, pero no fue así, porque fue organizada por amigos de él, primos y sobrinos. Aseguró haber llevado a la estudiante de enfermería a las 10 de la noche a su casa, pero tampoco ocurrió. Que Estefanía se había bajado del carro de color rojo metros antes de llegar a su casa, pero no tampoco fue cierto. Julieta preguntó a cada uno de los vecinos donde el presunto feminicida asegura haber dejado a Estefanía, pero ninguno escuchó ruido de automóvil. “A esa hora no entró ningún carro por la calle donde vivía con mi hija. El muchacho dio declaraciones falsas. Entonces, apunta todo a él. Él es el feminicida de mi hija”.
A un año y cinco meses del feminicidio de Estefanía, un juez liberó una orden de aprehensión contra el presunto feminicida, pero sigue libre. “No se ¿por qué no lo pueden agarrar? Este chavo no ha salido de Tuxtla. Todavía ahí está. No se ponen a trabajar”, sostiene Julieta que esta semana llegó a Chiapas, después de recorrer Ciudad de México, Puebla, Veracruz y Oaxaca, en demanda de justicia de su hija.
“Me piden que yo tenga paciencia, que va caer el feminicida de mi hija. Es lo que me dicen. Hasta ahí. No me dicen otra cosa”, agrega Julieta. “Voy a hacer lo que se pueda para que agarren al culpable que asesinó a mi hija. Estoy preparada para lo que sea. Voy a seguir luchando. Que sea lo último que yo haga en esta vida, pero le voy hacer justicia a mi hija. Es lo que haré”, sostiene.
—-El feminicidio de Karla: La SCJN pide nuevo juicio
El 4 de julio del 2018 por la noche, tres días después del proceso electoral, Karla Gómez Velasco fue asesinada violentamente en una casa de la colonia Francisco I. Madero, en el norte de Tuxtla. Después de golpearla brutalmente, el presunto feminicida la arrolló con un vehículo para simular que había sido atropellada.
Próximo a cumplir seis años del feminicidio, Maricruz Velasco, madre de la joven estudiante de derecho, que en enero del 2018 llegó a prestar su servicio social en el Congreso de Chiapas, en la oficina del diputado del PVEM, Carlos Penagos, fue contratada en el mes de mayo por el legislador, que buscaba ser alcalde de Tuxtla, para que se incorporara en su equipo de campaña.
Cuando Karla le dijo a sus padres Maricruz Velasco y Manuel Gómez que había concluido su trabajo social en el Congreso, pero que el diputado le había dicho que se sumara a su equipo de trabajo, dudaron en dar su aprobación. “No estoy de acuerdo. Vas a descuidar mucho tus estudios. Acuérdate que ya te falta poco para terminar tus estudios”, le dijeron.
La joven que le faltaba un año para concluir sus estudios universitarios para graduarse como abogada, insistió: “No papi, por favor dame oportunidad de entrar a trabajar. Dame la oportunidad de colaborar”. Solo así sus padres aprobaron que trabajara con el diputado. Más tarde sus padres conversaron: “Hablé con mi esposa y pensamos que algo podía desarrollarse más mi hija, porque llevaba la carrera de Derecho. Ella decía: Voy ser abogada penalista”.
Durante dos meses, Karla llegó sin ningún contratiempo a la casa de sus padres, en un vehículo que conducía Marvin Eduardo Escobedo Figueroa, hombre de confianza de Penagos, hasta que el 3 de julio, después de haber entregado los enseres que tenía bajo su resguardo en la casa de campaña en la colonia Moctezuma, la invitan a comer a La palapa de mi mamá, cerca de la casa de sus padres. “Pero ese día jamás regresó a la casa”, cuenta Maricruz Velasco.
A la comida, va Marvin y dos mujeres más, las hermanas Laura y Adel Vázquez Coutiño. Lo que Maricruz y Manuel saben es que al salir del restaurante, su hija la llevan a una casa ubicada en una calle privada de la colonia Francisco I. Madero, en las inmediaciones del Zoológico Manuel Álvarez del Toro.
Al caer la noche, los padres de la joven hicieron varias llamadas al teléfono de su hija, pero estaba apagado. Se les ocurrió llamar a las hermanas Vázquez Coutiño, pero daban datos falsos. “Entonces yo empecé a decirle a mi esposo: aquí hay algo raro”. Esa noche del 3 de julio y madrugada del 4 de julio, Maricruz y Manuel no durmieron por la preocupación. Karla nunca había faltado a casa.
Fue hasta las 16:00 horas, que unos policías que son vecinos de la pareja, comentaron que habían encontrado una chica sin vida en una calle, de la colonia Francisco I. Madero. Maricruz dudo, pero su esposo si reconoció a su hija.
Maricruz dio otra mirada al teléfono y confirmo que si era Karla. “Yo vi que mi hija estaba tirada, para nunca me imaginé que estuviera muerta. Yo les pregunto: ¿Y dónde está?, pensando que me iban a decir en un hospital, pero me mencionan que estaba en el Semefo. Entonces ahí totalmente me quedé muda, ciega, no se imaginan el dolor”, explica.
A los pocos minutos, estaban en el Semefo, donde Maricruz pudo confirmar que sí era su hija la que estaba ahí. “Mi hija le dieron una arrastrada… arrancaron el cabello. Estaba totalmente lastimada, moreteada. Le tiraron dos uñas, porque es donde forcejó. Tenía las rodillas raspadas…”. A 30 metros de la puerta de la vivienda, Marvin arrolló a la joven con su automóvil, para simular un accidente.
Los vecinos escucharon esa madrugada los gritos de una joven mujer, pero creían que se trataba de un problema interfamiliar. Llamaron al 911, pero cuando llegó la Policía a la colonia, no encontró la casa.
Pero mientras hacían los trámites para recuperar el cuerpo, supieron estaba próximo a ser trasladado a una funeraria, con la intención de cremarlo. Hasta ahora, los padres de Karla desconocen quién había dado la orden para proceder a cremar el cuerpo de su hija.
Días después, Marvin fue detenido, pero fue acusado de accidente imprudencial y crimen pasional, lo que irritó a la familia de Karla. Buscaron otras instancias hasta que el delito fue reclasificado como homicidio doloso, por lo que fue sentenciado a 11 años de prisión.
En diciembre pasado, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ordenó reabrir el caso de Karla, para que el detenido sea juzgado por el delito de feminicidio, conforme a los criterios de perspectiva de género. Marvin lleva seis años detenido, pero de no haber sido por la votación de los Magistrados, le faltarían dos más para dejar la prisión. “Votaron por unanimidad los Ministros y regresan el caso. Pidieron que se reabra bajo perspectiva de género y ordenan que se reclasifique el delito”, explica Maricruz.
A seis años del feminicidio, la madre de Karla revela que el día que mataron a su hija, ella también murió. “Yo me morí totalmente con mi hija. Me enterré junto con mi hija. Después de que te asesinan a un hijo, una hija, ya no es lo mismo. Se te acaban las ganas de vivir. Desde que asesinaron a mi hija me quitaron el miedo y no porque me lleguen a amenazar a mi casa voy a dejar esto”.