Cd. de México.-
El tema de regulación de marihuana en México es de los más polémicos y controvertidos que se han discutido en el Senado.
Un tema altamente complejo, que también es motivo de un intenso debate a nivel internacional.
Es difícil pensar en muchos otros temas que tengan tantas aristas, y para los cuales haya una diversidad tan amplia de posturas y opiniones.
Lamentablemente, esta discusión ha estado plagada de desinformación, y también de mucha manipulación.
En mi caso personal, debo aceptar que empecé a informarme y empaparme del tema a partir de conocer de cerca el caso de Grace.
Eso me hizo entender que algo no está funcionando y que eso está afectando a muchos niños y familias.
Y después, casos como el de José Manuel García Vallejo, me abrieron aún más los ojos para entender que la problemática es mucho más generalizada de lo que la mayoría pensamos.
A casi un año de involucrarme con el tema, debo reconocer que soy un caso claro de cómo una opinión puede ir cambiando y evolucionando al tener mucho mayor información, abriendo mi perspectiva ante un tema tan complejo.
Por eso he defendido tan insistentemente la necesidad de modificar nuestro marco legal.
De flexibilizar una prohibición que tanto está dañando a nuestra sociedad por meras posturas ideológicas.
Posturas que nos alejan no sólo de la evidencia científica sino de los valores del humanismo.
Y creo que no soy la única. Muchos actores, entre ellos el propio Presidente Peña Nieto, se han sensibilizado a partir de conocer tantos datos y experiencias personales.
Estamos en la antesala de cambiar de tajo la vida de miles de personas y sus familias, que tanto están sufriendo por no tener acceso a los tratamientos que les aseguren un mínimo de calidad de vida.
Sé que para muchas personas, incluida yo, no es fácil cambiar ideas y opiniones que han tenido durante toda su vida. Ha sido evidente no sólo en las discusiones en el Senado, sino en el debate público.
Sin embargo, estoy convencida de que la evidencia que hemos tenido es contundente.
Ha sido un proceso intenso, y en muchas ocasiones hasta tenso.
La discusión prioritaria en México debe ser abrir la posibilidad para el uso medicinal, terapéutico y de investigación científica de la marihuana mediante su eliminación del Artículo 237 de la Ley General de Salud.
A partir de este cambio de paradigma, vendrían dos resultados de gran relevancia.
Por un lado, responder a la urgencia médica de miles de personas que esperan la importación de medicamentos con cannabis para obtener el tratamiento adecuado a sus padecimientos.
Y, por el otro, abrir la puerta a la elaboración nacional de estos medicamentos con la modificación del artículo 198 del Código Penal Federal.
Esto nos debe llevar a diseñar y ejecutar políticas públicas que regulen el uso medicinal del cannabis.
Así lograríamos, en primera instancia permitir la importación inmediata de medicamentos.
Y en una segunda instancia, sentar las bases para establecer en nuestro país una industria de producción nacional de medicamentos con cannabis.
Pero sobre todo, abriríamos la puerta a nuestros científicos mexicanos para realizar protocolos de investigación de cannabis.
Investigación que servirá para construir evidencias científicas que permitan desarrollar las mejores opciones de cuidados paliativos con cannabis. Esto nos pondría a la vanguardia internacional en el tema.
Pero además del tema medicinal, es fundamental lograr consensos para abordar otros aspectos torales de esta problemática.
En particular, lograr la eliminación de la estigmatización actual mediante una adecuada descriminalización y despenalización, como lo busca la iniciativa presidencial.
Y por supuesto, complementar estas acciones con una visión integral de reducción de daños que privilegie la educación, prevención y tratamiento adecuados.
Quiero reconocer de manera muy especial a todas las organizaciones civiles, especialistas y académicos que tanto han aportado al debate público y luchado por esta importante reforma.
Gracias a ellos se ha tenido una discusión mucho más informada y ordenada, sensibilizándonos a muchos y flexibilizando posturas.
Cuando la sociedad se organiza por una causa, y argumenta con fundamentos sólidos, podemos cambiar para bien a nuestro país.
La realidad de México ha cambiado. No podemos vivir bajo preceptos que corresponden a una realidad obsoleta.
De ser un país considerado de tránsito, y con algo de producción, hoy tiene alta producción y además ha caído en la trampa de ser un país cada vez más consumidor.
Y de tener un relativo control sobre el problema del narcotráfico, desde hace 8 ó 10 años estamos sumidos en una crisis de violencia derivada de la lucha entre los cárteles y con el Estado.
No podemos seguir en el pasado. El mundo está cambiando, el propio México está cambiando, y por lo tanto, los paradigmas deben cambiar.
Debemos derrumbar atavismos y cambiar de enfoque. Urge la discusión de los efectos sociales del uso de drogas, medidas de prevención de adicciones, así como de tratamientos psicológicos y de rehabilitación. Las políticas se han enfocado en el combate, pero no en la creación de consciencia.
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