Monterrey, N.L.-
El tercer y último día disfrazado de enfermero consistió en recorrer algunas de las calles del Centro del Monterrey y ver qué reacción provocaba al interactuar con los muchos o pocos peatones que me topase en el camino.
Comencé el recorrido en el kiosco de la Plaza Zaragoza y, de primera instancia, pude ver un entorno desolado; sin los masajistas que abarrotaban el paso o los vendedores de agua helada que caerían de maravilla en estos días soleados.
Al cruzar hacía Morelos la desolación imperaba: más allá del “Drive Thru” para pruebas del Coronavirus, la afluencia era de muy baja a nula y, como dato positivo, los pocos presentes portaban cubrebocas.
En esta parte del trayecto la Fase 3 de la contingencia se hizo sentir. Elementos de la Policía de Monterrey comenzaron a desalojar personas de las bancas y acto seguido las brigadas de sanitización comenzaron a limpiar las áreas. Las imágenes eran deprimentes: negocios clausurados, cintas de prohibición y una evidente ausencia de puesteros y vendedores.
Vi algo que jamás pensé ver: el paso peatonal de Morelos y Juárez, que separa InterPlaza de la Plaza de la Tecnología, lució solitario: donde solía haber un “maremoto de peatones” al cambiar a luz verde se convirtió en un “cruce fantasma”.
Pasaron entre 10 y 15 minutos para que tuviese mi primera interacción con una persona: mientras buscaba a un conocido bolero que se coloca a las afueras del hotel “iStay” me topé a una vendedora de artesanía chiapaneca.
Afortunadamente encontré quien lustrara el brillo de mis zapatos sobre la calle Garibaldi. Me senté y de inmediato preguntó si era enfermero, a lo que tuve que responderle “afirmativamente”.
Mientras realizaba su labor me contaba cómo se resistía a cerrar a pesar de las amenazas de otros colegas y la baja clientela, de la cual reveló que a lo mucho atendía tres clientes por día.
Terminó de bolear mis zapatos y me dijo: “échele ganas güero, que Dios lo bendiga y ojalá pronto volvamos a la normalidad”. Sorprendentemente con todo y la poca afluencia peatonal recibí mi primer mensaje positivo.
Decidí retornar hacía Zaragoza y ver si en el camino podía encontrar a otro personaje que viviera al día para generar una conversación y ver su reacción al tenerme de frente.
En las escaleras de InterPlaza vi a una pareja y me acerqué a ellos preguntándoles si me podían “feriar” un billete de 20 pesos. El novio me atendió y me lo cambió por varias monedas, principalmente de un peso.
Después me percaté de un vendedor de cubrebocas, quien los ofrecía a 10 pesos y poseían diversos colores y diseños. Al acércame a ver su catálogo me dijo: “que chingón está tu cubrebocas”, en referencia a mi mascarilla N95.
El último contacto que tuve fue con un puestero quien además de vender dulces también tenía periódicos a su disposición. Para darle variedad a mí lectura quise comprar alguno de los nacionales y me comentó que hasta el día 30 le llegarían ya que la pandemia había afectado su arribo.
No tuve de otra más que comprarle uno local y al ver la portada me dice: “no importa cual compres, todos van a hablar del Coronavirus en primera plana, ya hasta aburre”. Ese comentario habló por aquellos que ya sienten un hartazgo –totalmente entendible- por leer lo mismo día con día.
Para finalizar cruce hacía la Plaza Zaragoza –donde inicié el experimento- y concluí que en Nuevo León persiste el respeto al personal médico, prueba de ello el haber sido respetado los tres días. Ahora que se viene el pico de la pandemia es cuando más debemos valorar su valiente labor y sacrificio por salvaguardar nuestra salud, cuidémoslos.
Ve aquí el video del recorrido: