Ciudad Victoria, Tam.-
Margarito Flores Jr. gesticula, manotea y se balancea continuamente en su silla como formas de reforzar, frente a la pantalla de su computadora, las frases que inconscientemente alternan el inglés, el español y el spanglish como herramientas de comunicación.
Como millones de mexicoamericanos, amerimexicanos o ‘pochos’, Margarito, o “Jay” como se le conoce entre los angloparlantes, aprendió a vivir y sobrevivir en una dualidad permanente surgida del crisol ancestral que mezcla en los Estados Unidos la necesidad del sur con la oportunidad del norte.
“Siento que mi ética de trabajo es completamente mexicana, pero mi mentalidad, mi visión de los negocios es puramente americana; pienso en inglés, pero uso los principios de ser mexicano”, me dijo en una de nuestras videollamadas.
De hecho, agrega y enfatiza abriendo sus manos, esa biculturalidad contribuyó en mucho a que junto a su hermano gemelo Pedro fueran, por años, exitosos socios en Norteamérica de Joaquín “El Chapo” Guzmán, Ismael “El Mayo” Zambada, Arturo Beltrán Leyva y otros capos del narcotráfico en México.
A través de un conocido mutuo, Margarito Jr. aceptó nuestro encuentro virtual con solo una petición: su rostro es impublicable. Cuando nos conectamos por primera vez, esperaba que al encenderse la pantalla vería a un envejecido pandillero chicano, rapado, con cicatrices en el rostro y tatuajes recorriéndole el cuello.
Sí, reconozco que me dejé llevar por los estereotipos de Hollywood, porque encontré a un hombre de tez blanca, con semblante amable y cabello corto, estilo ejecutivo. Si no conociera su historia, bien pensaría que estaba hablando con un empresario millennial.
Los gemelos Flores, surgidos del Chicago binacional, aprendieron desde temprano de la necesidad del sur por vender drogas ilegales, de la oportunidad del norte por comprarlas y de las generosas ganancias que se obtienen por conectar los dos extremos en una bizarra materialización del sueño americano.
Margarito Jr. tenía ocho años cuando su padre volvió a casa después de cumplir una condena por tráfico de drogas que inició justo cuando los gemelos estaban a punto de nacer. La vuelta del patriarca Flores trajo además su amplia experiencia en el negocio del contrabando, enriquecida con sus códigos de respeto, honor y trabajo, que transmitió a sus cinco hijos a la manera tradicional de una familia mexicana: reunidos en la mesa en la cocina.
“Fui criado sabiendo que los narcotraficantes tienen integridad”, dice.
Y como en toda familia, las lecciones de vida le saben diferente a cada uno de sus integrantes. Uno de los hermanos mayores decidió ingresar y eventualmente liderar la pandilla “Latin Kings”, una de las más poderosas en Chicago, mientras los gemelos eligieron la discreción al aprender el oficio del narco bajo la guía de su padre.
“Yo acepté la narcocultura como una forma de ganar dinero. Así fui enseñado, a través de mi padre, pero nosotros separamos; sabíamos que lo que estábamos haciendo en mi familia era malo, pero era una forma de ganar dinero, de progresar”, indica.
Allí, en el barrio, inició una de las dobles vidas de Margarito Jr.
A diferencia de su hermano, el pandillero, los gemelos Flores vestían discreto y aparentaban llevar una vida alejada de las calles, evitando el conflicto que por momentos les generó su relación con uno de los líderes de los “Latin Kings”. En una ocasión, Margarito Jr. y Pedro evitaron un arresto cuando la policía les ordenó dejar la escuela preparatoria para evitar que su hermano mayor ejecutara una venganza en contra de unos estudiantes que los atacaron.
De hecho, acota mientras sonríe irónicamente, mi papá despreciaba a los pandilleros, esos a los que les vendía las drogas. Siempre nos decía que eran unos huevones que no ayudaban a sus madres en la casa, que eran unos vagos, pero igual eran sus clientes.
La instrucción en el crimen para los gemelos fue intensa y temprana. Empaquetar, ocultar, transportar y traficar fue parte de su infancia y adolescencia. Los frecuentes viajes a México acompañando a su padre para alimentar las adicciones estadounidenses pronto se convirtieron en estancias extendidas en Zacatecas, la tierra de los ancestros.
“Fui aprendiendo de las cosas buenas y las cosas malas. Como mexicano, debes de ser un hombre de palabra, y tienes que tratar a todos con respeto. En la cultura americana existe la idea de que tienes que ser duro, y en México no tienes que serlo. Nunca sentí la presión de tener que ser este gran vaquero; de hecho, algo que nos distinguió a mi hermano y a mi es que nunca fuimos violentos, y eso sorprendió a los jefes mexicanos”, menciona.
Margarito Jr. y Pedro regresaron a los Estados Unidos y, cuando su padre huyó a México al saberse nuevamente con una orden de aprehensión sobre su cabeza, además de la captura en Chicago de su hermano Armando por cargos de venta de drogas, la puerta al narcotráfico como forma de vida independiente, pero todavía discreta, fue la opción obvia.
Las habilidades, las enseñanzas y la experiencia germinaron pronto en los gemelos Flores. Rápidamente construyeron una red independiente de trasiego y venta de drogas con base en Chicago que los llevó a pasar de compradores a socios de la entonces llamada ‘Federación’, la alianza entre los grupos de Joaquín Guzmán, su hijo Alfredo, Ismael Zambada y su hijo Vicente, así como de los hermanos Beltrán Leyva.
Rosa Valerie Gaytán, la esposa de Pedro, Vivianna López y Armando, el hermano mayor de los gemelos, fueron hallados culpables de ocultar del gobierno y lavar $2.3 millones de dólares en efectivo, producto del narcotráfico.
Las esposas de los gemelos, quienes incluso aparecieron en un episodio del programa “Codicia Americana” de CNBC y escribieron el libro “Esposas del cartel”, reconocieron que, con la ayuda de su cuñado y dos familiares más, ocultaron el efectivo debajo del porche de la casa de Armando, en Round Rock, Texas.
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