“Es lo más parecido a un infierno que he visto, los cadáveres estaban hirviendo, nos hemos quemado al cogerlos”. Con la cara desencajada relataba así un agente de policía lo que acababa de ver en Madrid-Barajas. El principal aeropuerto de España rompió ayer un triste récord y se convirtió en escenario del primer accidente en su suelo en 25 años.
Cuando España disfrutaba de las nuevas medallas logradas ayer en los Juegos Olímpicos de Beijing, la noticia golpeó al país desde los informativos televisivos como una losa.
Un avión de la aerolínea española Spanair se había estrellado poco después de despegar en el aeropuerto madrileño de Barajas, quedando reducido a una bola de fuego. Poco a poco, el número de muertos fue creciendo. Y con él, la angustia. Las autoridades dijeron que 153 personas murieron y 19 estaban heridas de gravedad. “Todo estaba lleno de cadáveres carbonizados”, dijo un paramédico que acudió al lugar del siniestro.
La ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, precisó horas después que en el vuelo embarcaron 172 personas, entre pasajeros y tripulación, de las que sólo 19 permanecen con vida en distintos hospitales de Madrid. En el aparato no había mexicanos, dijo la canciller Patricia Espinosa.
Según varios testigos, el avión se salió de la pista y, tras elevarse mínimamente, se incendió y chocó contra el suelo. Decenas de ambulancias, vehículos de bomberos y policía se desplazaron a la pista de la Terminal 4 del aeropuerto, donde se elevaban unas enormes columnas de humo que podían verse desde diversos puntos de la ciudad. “El panorama era desolador. El fuselaje estaba destruido y el avión creo que se ha incendiado. Había un kilómetro de tierra quemada. Todo estaba destruido”, dijo Pablo Albella, de 31 años, un trabajador de emergencias de Madrid que estuvo en el lugar de los hechos.
“No queda nada que se parezca a un avión, es horroroso, está todo quemado”, dijo por su parte un guardia civil. Lo que hubiera sido el inicio de unas vacaciones estivales en las bellas Islas Canarias, uno de los destinos preferidos por muchos en el mes de agosto, se convirtió en una de las mayores tragedias ocurridas en los últimos años en España.
“Esto pinta muy mal”, se lamentaba el padre de una pasajera que esperaba la llegada de su hija en Gran Canaria. “No contesta nadie”, decía un abuelo que trataba de hablar con su nieto, otro de los ocupantes. En Las Palmas y en Madrid se habilitaron espacios para que los familiares de los ocupantes del vuelo operado conjuntamente con la alemana Lufthansa, recibieran ayuda sicológica.
“El avión estaba todo partido, todo estaba lleno de cuerpos”, describió un trabajador del aeropuerto. “No he visto algo así en mi vida”, añadió un paramédico. Los heridos fueron trasladados a varios hospitales de Madrid y los cadáveres al recinto ferial IFEMA, el mismo lugar al que se trasladaron los de las víctimas de los atentados islamistas del 11 de marzo en la capital española.
Una pareja española que tenía que volar en el avión siniestrado salvó la vida al perder el vuelo por tres minutos. El hombre, Héctor, contó que él y su pareja tenían boletos para viajar a Gran Canaria de regreso de sus vacaciones estivales.
El ayuntamiento de Madrid decretó tres días de luto oficial. El presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, dijo estar “conmocionado” por la “terrible” tragedia.
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