El miércoles 10 de abril fue anormal en la zona metropolitana de Monterrey, aunque desde un día antes sólo había un tema en cafés, casas, oficinas de trabajo, en paradas de autobuses y restaurantes: Lionel Messi había llegado para jugar contra Rayados.
Desde temprano el aeropuerto “Mariano Escobedo” estaba asediado por la prensa que esperaba el arribo del avión charter procedente de Miami con el jugador argentino a bordo -considerado entre los tres más grande de la historia-, y sus compañeros del Inter.
La polémica por un conflicto en los vestidores entre jugadores de los equipos retrasó la llegada de Messi, pues según las reglas de las Concacaf debió llegar el lunes 8, o sea, 48 horas antes del partido de vuelta de cuartos de final.
Pero los ánimos entre planteles estaban dentro de una olla de presión. Se dijo que Jordi Alba había tomado del cuello a José Antonio “Tato” Noriega, vice presidente deportivo de Rayados, y que en español y en inglés volaron en el aire recordatorios maternos.
Desde que se supo de la posibilidad de que el jugador campeón del mundo viniera al estadio BBVA, la mayoría de la metrópoli regia fue diferente: desayunábamos, comíamos y cenábamos hablando de Messi, y despertábamos, pestañeábamos y dormíamos con el Messi en la boca.
Los aficionados de Tigres rezaban a todos los santos para que el Inter Miami eliminara a Rayados y poder enfrentar a Messi en semifinales, pero ni una ni otra. El equipo de Robert Dante Siboldi, Gignac y compañía quedaron fuera de toda posibilidad de acudir al Mundial de Clubes 2025, en su casa y con su gente.
Era tanta la expectativa por ver a Messi, no solamente en la cancha y al asomarse en el hotel (algo que nunca pasó), que hasta se olvidó que con el Inter Miami venía otro campeón del mundo en 2010: español Sergio Busquets.
El martes 9 afuera del hotel Quinta Real de San Pedro Garza García pasó lo que iba a suceder con cientos de seguidores del argentino, esperando por horas bajo un despiadado sol la llegada del autobús con el plantel completo.
En la reventa, horas antes del encuentro, un boleto en general donde no hay
asientos numerados, se elevó de 4 mil 500 pesos hasta 9 mil pesos. Y en zonas más privilegiadas cercas a la cancha superaban los 10 mil pesos.
He ido a los dos estadios a partidos de la LigaMX, y nunca había visto en zona general del BBVA, dos horas antes del partido Inter Miami vs Rayados, que estuviera a un 90 por ciento. Y una hora antes al cien por ciento.
Si bien la mayoría eran abonados del Monterrey con las playeras del club, cientos de adultos y niños lucían orgullosos las casacas rosas o negras del Miami, del Barcelona y del París Saint Germain donde ha militado Messi. Y obviamente de Argentina.
Entendí que las rechiflas hacia Messi tenían qué ver con la bronca en vestidores del partido de ida protagonizada por Jordi Alba; contra el “Tata” Martino por su cuestionado paso por la selección nacional, y porque Argentina siempre ha eliminado a México en el Mundial que toca enfrentarse.
No había otra explicación para ofender durante el partido a Messi con cánticos de la Adicción, replicada por un amplio sector en tribunas, y que bien pudo el árbitro detener las acciones y reportar a la Concacaf.
Estoy satisfecho de la cobertura de Hora Cero Deportes, y por una campaña donde hicimos felices a niños que tienen de ídolo al argentino campeón del Mundo en Qatar 2022. Guste o no, uno de los más grandes en la historia del futbol.
Este fin de semana Messi logró un record en la liga MLS de Estados Unidos, cuando reunió a 72 mil personas en el partido de visitante frente a Kansas City en la casa de los actuales campeones de la NFL.
En verdad fue un privilegio haber acudido ese miércoles 10 al BBVA, aunque haya recurrido a la reventa para obtener los boletos, siendo el gusto y el capricho más caro que he tenido en mi vida por ir a un estadio de futbol en familia.
Y ser uno de los 53 mil espectadores. Y mis pequeños hijos seguro lo van a recordar toda su vida.