La Selección Mexicana de Futbol alcanzó su punto más alto de unión con los aficionados en el Mundial de Francia 98. Después, todo ha sido un cúmulo de mermas y un distanciamiento paulatino.
En algunas épocas no se nota la frustración colectiva, pero en otras, como la de ahora, el futbol mexicano luce como un país en llamas y sin bomberos.
Por eso me sorprende el pronunciamiento de Ivar Sisniega, presidente de la Federación Mexicana de Futbol (FMF), cuando se refiere a la búsqueda del nuevo entrenador nacional, después del interinato que cumplirá Jaime Lozano al terminar la presente Copa Oro 2023, en la que México disputará la gran final este domingo ante Panamá.
Al señalar que habrá un análisis cuidadoso para el reclutamiento y posterior selección del estratega tricolor, el federativo refiere que el equipo está entregando mejor futbol, después del fiasco de Diego Cocca y su paso efímero por el banquillo, y que la afición está “ilusionada” por el futuro del once verde.
“Le agradecemos a la afición que ha vuelto a creer, ha vuelto a reconectar…”, dice Sisniega en forma de afirmación, que es más un anhelo que una realidad.
No veo ese contacto que argumenta basado en nada. Me atrevería a decir que el alejamiento del Tri con su afición es el más pronunciado desde que México participó en Argentina 78, donde obtuvo el último lugar y provocó risotadas amargas por la realidad de nuestro balón desinflado.
Hubo un salto muy marcado en el apego hacia el Tri hasta el Mundial de México 86, cuando el equipo tricolor alcanzó el famoso quinto partido. Hubo una digna participación y calificación aprobatoria, pese a que no hubo éxito.
Hey, es México, no le puedes pedir más que lo que dio, y está bien haber sido eliminados por Alemania. Luego del ridículo nacional, por el castigo que excluyó a la Selección de Italia 90, siguió la mejor década en la historia reciente de nuestro balompié.
Surgió una seguidilla de presidentes de la FMF con carácter y visión: Marcelino García Paniagua, Juan José Leaño, Raúl Borja Navarrete, Enrique Borja.
Se reavivó la llama del amor y floreció un romance tórrido con el equipo de Miguel Mejía Barón, que fue echado en octavos, por Bulgaria en EU 94. Ese era un verdadero representativo nacional.
México hacía vibrar, como en aquella Copa América de Ecuador, en 1993, con el subcampeonato ante Argentina, con el mismo entrenador.
En territorio galo, se alcanzó una gran participación pese a que el equipo fue echado, una vez más en octavos, por los poderosos teutones.
El entrenador Manuel Lapuente debe estar muy conforme de esa participación que hizo que los seguidores del Tri se sintieran realmente orgullosos del equipo. No ha vuelto a ocurrir un acercamiento igual.
Pienso en todos y cada uno de los Mundiales que siguieron y que nos provocaron ilusión grande y decepción en tamaño directamente proporcional.
Ya no volví a vibrar alto, con la camiseta mexicana, como en aquellos años remotos. Si recordamos ciclos mundialistas, este de Qatar del 2022 es el más grosero, desde aquella arrastrada que sufrió el conjunto mexicano en las pampas argentinas, más de cuatro décadas atrás.
El Tata Martino se vio muy mal y descontrolado en la primera ronda. Luego de la eliminación ante Arabia Saudita se perdió la magia, lo que quedaba de esperanza se trizó.
Tras el berrinche inicial y la frustración por cuatro años perdidos, el fanático se dio cuenta de que el futbol mexicano había sido devorado por fauces comerciales, que en una demente carrera por explotar al equipo los empresarios se olvidaron del factor deportivo.
El fracaso fue el resultado obsceno del manoseo al que fue expuesto el equipo. Lo que se había obtenido en décadas de esfuerzos por llegar a una posición decorosa, se cayó en un mes. Y aún ahora no se recupera.
Dice Sisniega que ahora sí, habrá una búsqueda minuciosa del próximo DT tricolor, que se seguirá una metodología y la afición verá un proceso transparente para reestructurar el equipo desde sus pilares, porque lo que hay ya no sirve. Lo dudo.
Han sido tantos fracasos repetidos que ya he aprendido a desconfiar de la palabra de los directivos, que prometen mejoras, sexto partido, copas, gallardetes, medallas.
Y viendo al actual equipo, con la nómina que tiene, con Henry Martín como su máxima figura, no guardo ninguna esperanza para el porvenir.
