Como seres humanos somos propensos a cometer errores todo el tiempo en cualquier área de nuestra vida, tener la capacidad de reconocerlos y aceptarlos conscientemente amplía la capacidad de ver la realidad, nos ayuda a asumir la responsabilidad sobre estos y de esta forma poder cambiarlos por aciertos.
El maratón es una área en la que fácilmente podemos cometer errores, y los cometemos a veces de manera constante, aún estando conscientes, no logramos superarlos.
Algunos de estos errores son muy sencillos de identificar y se pueden evitar sin mayor problema, tales como el no estrenar tenis o ropa el día de la competencia, probar algún alimento que nunca antes hemos consumido o no hidratarse correctamente los días previos al maratón.
Existen muchos consejos para evitar cometer errores ese gran día, ya sea proporcionados por nuestro entrenador, por otros compañeros con más experiencia, o incluso en la red al alcance de una simple búsqueda.
Y así llegamos armados con ellos, esperando haber cubierto todo, pero a la hora de comenzar a recorrer esos 42 kilómetros, sabemos que de todo puede pasar.
Y esa parte del maratón, esa donde no sabes qué puede pasar, aunque es la que nos complica la existencia, y nos desbarata toda la planeación a los disciplinados y entregados corredores es la parte mágica de esta increíble distancia.
Si estamos en esto, definitivamente tenemos que saber y aceptar que al maratón no le vamos a ganar, cualquier error, por pequeño e insignificante que parezca, lo vamos a pagar durante la ruta.
Dependiendo del tamaño de nuestro error será el precio a pagar, por ejemplo, si arrancamos más rápido de lo que deberíamos porque nos dejamos llevar por la emoción del momento, con el tiempo aprenderemos a no hacerlo, porque sabremos que los últimos kilómetros nos parecerán una tortura eterna. El correr maratones nos ayuda a manejar de manera eficiente la frustración que sentimos a la hora de cometer errores y nos hace comprender que son necesarios en el proceso, para ser llegar a ser los mejores maratonistas que podamos ser, cada quien en nuestro nivel.
Cada error cometido nos ayuda a conocernos más, descubrimos lo que queremos y no, nuestros límites y capacidades, sabemos qué tenemos para trabajar.
El no volver a cometerlos una vez que lo hemos vivido en carne propia durante la ruta, depende únicamente de nosotros, dejar la soberbia de lado, avanzar y aprender a disfrutar el proceso, que en el maratón ¡nunca se termina de aprender!