El pasado fin de semana mi mayor ocupación fue terminar de ver los ocho capítulos de Quarterback (El Mariscal), una docuserie de Netflix producida por la leyenda de los emparrillados Peyton Manning y que le pone marca personal a Patrick Mahomes, Kirk Cousins y Marcus Mariota, mariscales de campo de los Jefes de Kansas City, Vikingos de Minnesota y Halcones de Atlanta.
La serie, que como lo dije en una anterior ocasión es como un NFL Films pero en esteroides, es una de las mejores visiones que se han realizado a la que es, quizás, la posición más difícil en el deporte profesional.
Porque esta docuserie es mucho más de la clásica movida de ponerle a estos mariscales de campo un micrófono durante los encuentros, lo que ofrece al espectador una mirada íntima de lo que es el juego de las tecleadas y lo que estos hombres sacrifican para estar en la élite.
Durante toda una temporada, las cámaras de Netflix siguieron a estos tres jugadores no solamente dentro de la cancha y en sus entrenamientos, sino en la intimidad de sus hogares lo que le permite al espectador conocer el arduo trabajo que tienen que cumplir para ser el mariscal de campo titular de sus equipos.
Quienes seguimos la NFL sabemos en qué acabaron esas historias: Mariota fracasó con los Halcones Negros y fue cortado, Cousins tuvo que vivir con la frustración de haber dado una gran temporada pero caer en los playoffs y Mahomes demostrando cómo solo un fuera de serie como él, puede ganar un Super Tazón con el tobillo hecho pedazos.
Se ha escrito y grabado mucho de las horas de entrenamiento, dolor, estudio y dedicación que se necesitan para dar un mariscal de campo de cualquier equipo de la NFL, pero aquí lo ponen en primer plano, mostrando al auditorio cómo estos hombres dejan la vida para dirigir a un equipo de futbol americano profesional.
Uno de los momentos que más me llamaron la atención de este documental es cómo muestra lo grande y eficiente que es la organización de la NFL, lo que les ha permitido ser una de las ligas deportivas profesionales más importantes del mundo.
Porque para la NFL cualquier detalle es prioritario, sus estrellas tienen un compromiso con el equipo y los aficionados y cuando no están entrenando o recuperando de sus lesiones, están teniendo un Zoom con un pequeño fanático, repartiendo comida entre los necesitados y otros muchos detalles para la afición.
La NFL sabe que los niños son prioridad porque en ellos tienen a un futuro cliente que va a consumir su producto con lealtad.
Y qué decir de la fiesta alrededor del día de juego, el espectáculo es digno de Hollywood y asistir a un encuentro es una verdadera experiencia.
Voy a caer en el cliché de decir que ojalá que la Liga MX y la Liga Mexicana de Beisbol aprendieran de este este ejemplo porque es verdad, fuera de Tigres, Rayados, Sultanes y uno que otro equipo más que le está echando ganas en el espectáculo alrededor de los encuentros, los partidos en México parecen enfrentamientos llaneros dirigidos a los ultra fans que nunca dejarán de asistir al estadio.
Los que sí tienen que aprender de la NFL y estos mariscales de campo, son los inflados jugadores mexicanos, quienes viven en una burbuja, alejados de la fanaticada a quienes -piensan-, les están haciendo un favor cuando detienen su camioneta de lujo para medio rayonearles un autógrafo.
Si Mahomes y Cousins, que ganan 400 veces más dinero que cualquier estrellita de la Liga MX dedican horas completas en apapachar a sus fanáticos, especialmente los niños, ¿qué podríamos esperar de los mexicanos?
Es cierto, falta mucho para hacer esta liga un espectáculo, una experiencia disfrutable, incluso, para quienes no les gusta el soccer. Mientras tanto, si pueden, disfruten Quarterback, no se van a arrepentir.
diasdecombate@hotmail.com