Wimbledon es el torneo más elegante del circuito, pero cuando dos “chicos malos” se enfrentan, se pierde la proporción.
Después de una semana de torneo y por encima de los triunfos de Nadal y Djokovic, la derrota de Serena en primera ronda y el fin de la racha de Iga Swiatek, lo que más ha acaparado la atención es el enfrentamiento, dentro y fuera de la cancha, de Stefanos Tsitsipas y Nick Kyrgios.
Dos jugadores cuya característica principal, además de su indudable buen juego de tenis, es el mal comportamiento que tienen en la cancha y que lo demostraron en su partido de tercera ronda.
El griego lanzó con la raqueta una pelota a la multitud, que afortunadamente le pegó de rebote a un aficionado, apuntó tiros directos a su oponente y estrelló la pelota hacia el marcador mientras perdía la calma ante las payasadas de Kyrgios, incluido el saque bajo el brazo.
Por si fuera poco, utilizó su acostumbrada estrategia de salirse de la cancha, mientras que al mismo tiempo su papá y entrenador salía de las gradas. Un “coaching” más que evidente.
El australiano, por su parte, no se quedó atrás recibiendo advertencias por uso inadecuado de lenguaje, provocando a su oponente y reclamando que expulsaran a Tsitsipas por aventar la pelota a las gradas.
Dos actitudes deplorables que deberían ser rechazadas por los aficionados al tenis, pero ¿qué creen?
Que la indignación y el rechazo quedaron de lado en esta ocasión y aunque no existió una evidente aceptación, el mundo del tenis lo aceptó y hasta participó del drama en redes sociales, poniéndose de un lado y del otro.
Los mismos medios de comunicación tradicionales y digitales siguieron hablando de este enfrentamiento, más allá de lo deportivo, y alimentado con las ruedas de prensa que ambos jugadores dieron después del partido en la que hablaron sin tapujos de la actitud de su oponente.
Ante esto nos preguntamos si los llamados “chicos malos” son necesarios en el tenis.
A lo largo de la historia, el deporte blanco ha tenido sus “chicos malos”, desde Andre Agassi y John McEnroe, principalmente, desatando sentimientos encontrados y haciendo que los fanáticos generalmente se vuelquen del lado de los “buenos”, véase los enfrentamientos entre el estadounidense y el sueco Bjorn Borg.
Tal parece que la perfección en el juego y los buenos resultados no son suficientes en el tenis, que ver a Djokovic o Nadal dominar todos los torneos ya es aburrido para el aficionado y quieren ver algo más allá de esto, por grandioso que sea.
Eventualmente queremos ver este tipo de enfrentamientos dentro y fuera de la cancha que nos haga salir de esa perfección en el juego, que haga sentirnos conectados con la imperfección de la rebelión.
¿O usted, qué opina?