Aún navega por mi mente un momento crucial del Maratón Powerade Monterrey 2022, el pasado 11 de diciembre:
¿…Y si hubiera?
Kilómetro 34-35 del Maratón Powerade Monterrey 2022.
La energía empieza a disminuir, pero en todo lo demás me siento bien. Hasta antes de ese momento el 3:30 aparece en el horizonte como una meta posible.
Una compañera que corre a mi lado me anima, pero le confieso que en cualquier momento me quedaré.
“Afloja las piernas, no te detengas”, me dice.
Durante unos cientos de metros se desata una batalla en mi interior, una parte me dice que pare, pero otra que siga, que sólo es cuestión de resistir a que pase el momento, y después el sol volverá a brillar.
En el libro “Todo se puede entrenar”, Tony Nadal, entrenador y tío del tenista Rafael Nadal, narra un episodio donde su pupilo tuvo que vencer un tipo similar de adversidad.
Previo a la Final del Abierto de Australia 2009, Rafael tuvo que vencer en la semifinal a Fernando Verdusco en un partido extenuante que duró más de cinco horas y lo dejó casi sin fuerzas para la final, donde enfrentaría a Roger Federer, campeón ya tres veces del torneo.
Rafael tenía tan sólo 36 horas para poderse recuperar y poder disputar la Final, pero apenas si se podía levantar de la cama.
“No se podía mover. Le dolía el brazo, la cadera, la rodilla. Se le subió el gemelo. Se mareó, un despropósito detrás de otro. Muecas de dolor, de cansancio, de impotencia”, relata Tony.
Rafael insistía en que no se podía ni mover. Hasta que Tony lo encaró:
“Rafael, ahora estás mal, muy mal. Pero tranquilo, dentro de cinco horas, cuando salgas a la pista, no estarás mejor. Probablemente te sientas peor que ahora cuando veas a Federer del otro lado de la red. No bajará Dios, ni tu padre a ayudarte. Tienes que superar todo esto tú solo. Nadie puede hacerlo por ti”, le dijo.
Rafael insistía en que no podía ni levantarse, menos enfrentarse a Federer.
“¡Bah!, ¡claro que puedes correr! Estoy seguro de que puedes correr! Si al salir a la pista te dijeran que hay un francotirador en las gradas apuntándote con una pistola y que dispararía cuando pararas de correr, te aseguro que no pararías, correrías hasta llegar a Mallorca. Te aseguro que sí puedes correr”, le alentó Tony.
Tras esa charla, el semblante, la mirada, los músculos, de Rafael empezaron a cambiar. Empezó a sonreír. Una última indicación, le pidió su entrenador a Rafael que cada que se sentara en la silla junto a la cancha, repitiera:
derrotaba a Federer en cinco aguerridos sets.
horas antes se sents gradas apuntsolo. Federer del otro lado de la red. No bajar”Ys
“¡Yes, we can!”.
El resultado: Rafael Nadal, el tenista que unas horas antes se sentía derrotado ante de saltar a la cancha, derrotaba a Federer en cinco aguerridos sets.
Nando Parrado, uno de los jugadores de rugby que protagonizaron una de las historias de sobrevivencia más sublimes en la historia de la humanidad, recuerda una lección que resultó primordial en aquellos días perdidos en los Andes, tras caerse el avión en que volaban rumbo a Chile, y que extrajo de ese deporte:
“…si nos manteníamos en nuestra posición y cada uno desempeñaba su función, la resistencia solía ceder y, como si de un milagro se tratase, el objeto inamovible empezaba a moverse”, relata.
Aún no estoy seguro, pero puede ser, que el 11 de , diciembre en el Maratón Powerade Monterrey, con un poco más de resistencia habría atravesado aquella pared para seguir hasta la meta en algo cercano a ritmo propuesto.
En otras palabras, si, como la metáfora de Tony Nadal, hubiera estado apuntándome un francotirador, seguro que no habría dejado de correr hasta la meta.
Y así es en muchos aspectos de la vida.