Aunque la crisis hídrica ha sido devastadora en todas partes, en casa hemos tenido agua casi siempre. A veces es solo un hilillo, pero hay. Sí hemos tenido frecuentes cambios en la presión. Esos cambios han dañado la infraestructura de la red de agua potable. Es lógico, tanto por la fatiga de los materiales de la tubería, como por su vejez y/o mala calidad. Visibles o no, las fugas en la red son más que probables.
Este lunes nos llegó el recibo de AyD. No me sorprendió que el monto fuera de casi cinco veces más de lo normal. Sé que hay errores en lecturas, pero este no fue un error. Es muy simple. Los cambios de presión también dañan las instalaciones hídricas domésticas. Son más sensibles los empaques, los sistemas de descarga de los sanitarios y las conexiones externas con mangueras flexibles. En lo que va de esta sequía, he tenido que cambiar dos veces los herrajes del fregadero, reponer los empaques de uno de esos herrajes nuevos, cambiar la manguera de alimentación al tanque de un sanitario, reparar CUATRO VECES el mecanismo interno de ese mismo tanque. Todo en sólo un mes.
Como los picos altos de la presión suelen ser por la madrugada, las rupturas y fugas suceden a esas horas, cuando no nos damos cuenta. Una vecina amaneció hace días con la planta baja inundada. En mi caso no llegó a tanto, pero sí hubo fugas que descubrimos horas después de que sucedieran y que se descargaron al drenaje.
No me niego a pagar el recibo. Apunto esto para que conste que el mismo racionamiento ha causado a los usuarios el despilfarro involuntario, además del gasto de invertir constantemente en mantenimiento. Por fortuna yo sé cómo reparar alguna plomería menor, pero no todos saben. Así que, ¡mucho ojo! No se trata sólo de cerrar bien las llaves. Mientras la presión de agua no sea regular, nuestra red doméstica de agua también estará en riesgo. Y el costo tendremos que asumirlo nosotros, aunque la causa de las fugas sea por el suministro de AyD.