México, D.F. / Septiembre 27.-
Sabor. Una sola palabra para describir lo que sucede en un día de fiesta en los festejos del 54 aniversario de la Virgen de las Mercedes o como es mayormente conocida, las fiestas del Mercado de La Merced, en el que, desde Anillo Circunvalación y calles aledañas a la nave mayor, todo se convierte en una inmensa pista de baile de guapachosa música tropical.
Para el grueso de la población puede ser un día común para sacar el estrés; sin embargo, para la comunidad sonidera en realidad es todo un rito y proceso por el cual hay que pasar para llegar a tener la oportunidad para amenizar a “la banda”.
Por lo pronto, en la nave mayor del mercado, todo es muy colorido, tonalidades encendidas, chillonas que tanto impactan a las miradas extranjeras. Aquí se fusionan los verdes de los chiles, las blancas cebollas con los olores de una buena barbacoa “para la primera cruz”, pues desde una noche anterior la fiesta ya había empezado.
Es sábado y la actividad se siente más relajada. Muchas personas sonrientes y los sonidos del guaguancó, cumbia, huaracha y salsa se oye por doquier en el interior de este tradicional inmueble capitalino, pues se trata de que todo mundo baile el día de hoy.
Algunos “roperos” (bocinas de gran tamaño) se miran en los pasillos del tradicional mercado, la presencia sonidera ya está lista y serán más de 24 horas donde estos profesionales de la música tropical capturen la atención de hombres, mujeres, gays y clubs de baile; un día donde las diferentes bandas que pelean territorio, mantendrán una tregua para disfrutar del baile.
Como bien explican los hermanos Javier y Polo Mendoza, titulares del Príncipe del sabor, Sonido Divanny, este día es para demostrar quién es quién entre los sonidos, ya que se puede tener un equipo y un escenario que impacte, pero si no se tiene ese talento para amenizar al público, estos se van en busca a quienes sí los hagan vibrar y mover el cuerpo.
A ellos, un día hace casi siete años los escuchó un comerciante de La Merced y los invitó a amenizar su local, posteriormente, un “mayordomo” o gente que se “jala” a sonideros para amenizar su calle, les dio la primera oportunidad de mostrarse, y hasta el momento, ellos no fallan en su cita con los bailadores de barrio.
El sol cae a plomo, jóvenes y no tan jóvenes con espíritu festivo ya merodean en los espacios dedicados a los sonideros. A Sonido Divanny le tocó establecerse en la calle de la Santa Escuela, al lado de Sonido Callejero y Sonido Cóndor. En realidad es una proeza captar la atención de cientos de personas que pasan por este espacio sobre todo si apenas es mediodía, pero como dicen, aquí el que le pone “labia” hace el ambiente y el termómetro lo ponen los clubs de baile.
Grupos formados por jóvenes y jovencitas son quienes miden “el control de calidad” de las diferentes agrupaciones de sonideros.
Con sus atuendos vistosos y coloridos se dejan ver en la calle y si una canción les gusta, con ese sonidero empiezan a hacer su “rueda” (espacio para que bailen). Si no les late, se dan la vuelta y se van. Así es como dan su duro veredicto.
Otra muestra importante es el número de saludos que piden al amenizador del sonido. A través de coloridos diseños hechos en cartulina, hojas de periódico, servilletas o hasta en mensajes de celular, todos se deben de dar para mantener contenta a la “banda”. De repente son cientos que Javier ya no se da abasto para mencionar tantos.
En fin, la música está a todo lo que da, grupos de gays, chineros, adultos mayores, jóvenes con vestimenta reggaetonera, pero que no dejan de bailar al son de la “descarga”, todos ellos por el día de hoy gozan del baile, y Sonido Divanny cumple con todas las expectativas y se suma a hacer de La Merced, la mayor pista de baile de música tropical en todo el Distrito Federal.