A fines de los ochentas tuve la oportunidad de cubrir una información en Nuevo Laredo que en su momento causó mucho revuelo, era el nacimiento de la epidemia del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, Sida, que comenzaba a hacer estragos entre la población mexicana, y la zona fronteriza no estaba exenta de este fenómeno.
Nuevo Laredo vivió su propio proceso de contagios y a mí me correspondió acudir al Hospital del Seguro Social en busca de una joven mujer que había sido sometida a cesárea porque había contraído el virus VIH y fue la primera embarazada en dar a luz en condiciones desconocidas para el personal médico.
En el Hospital del IMSS decidieron operarla para que tuviera su bebé en plena madrugada, los médicos y enfermeras usaron equipo desechable especial y su mayor preocupación era que los pacientes que atendían en consulta privada se enteraran que habían participado en esa operación y ya no acudieran a su consultorio pensando que pudieran haber contraído el virus durante la cirugía.
Si de ese tamaño era el desconocimiento y el miedo de los médicos y enfermeras, ¿qué se podía esperar de la población civil?
La joven madre y su bebito fueron recluidos en un cuarto donde se notaba la premura con que tomaron la decisión de operarla, en el lugar había escobas y trapeadores y la falta de limpieza era evidente.
Hoy 24 años después de que se dieran a conocer de manera oficial los primeros 20 casos de Sida en México la situación es angustiante, así lo revelan las estadísticas donde el número de mujeres infectadas creció de una por cada seis hombres, a una por cada 2.5 hombres.
Muchas de estas mujeres han sido contagiadas por su única pareja sexual, la creencia de que los homosexuales serían la población más afectada se vino abajo. Ellos tomaron providencias de manera mas consciente y responsable que los heterosexuales.
De la joven mujer de la que les hablé al principio nunca supe su nombre, lo único que averigüé es que contrajo el virus VIH por un tatuaje y a su vez contagió a su esposo.
¿Qué será de esa familia?, lo ignoro, porque darle seguimiento a su caso estuvo prohibido por el propio Seguro Social.
¿Hasta qué punto el silencio causa más dolor?, esa joven familia es una muestra de ello. Afortunadamente en México siendo el doctor Guillermo Soberón secretario de Salud cerraron todos los bancos de sangre que funcionaban en el país y de alguna manera, eso contribuyó a reducir los contagios.
Y esta semana, al iniciarse el Congreso Internacional sobre Sida, es alarmante saber que los jóvenes están más preocupados por los embarazos al sostener relaciones sexuales sin protección, que de contraer el VIH.
De acuerdo al Registro Nacional de Casos de Sida, hasta el 31 de marzo de este año los jóvenes representan el 76.71% del total de enfermos por esta causa, seguido de las personas de 45 años o más, que equivalen al 21.88% del total de afectados en México.
Como lo hemos mencionado en alguna columna anterior, en el mejor de los casos de esas relaciones surge un embarazo, en el peor, una enfermedad incurable como el Sida.
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